n 1984,  Julio Iglesias  conquistó definitivamente el mercado estadounidense con su disco 1100 Bel Air Place. Para lograrlo, el artista ya llevaba algunos años instalado en Miami, concretamente en su mansión de Indian Creek. La pequeña isla —1,2 kilómetros cuadrados— ubicada en la laguna tropical de Biscayne Bay, entre Miami Beach y Bal Harbour, se convirtió gracias a Julio en la urbanización más exclusiva del mundo. El autor e intérprete de La vida sigue igual se encuentra actualmente en su casa de Bahamas, donde lleva recluido desde que a primeros de 2020 estalló la pandemia, y conserva su residencia de Miami, donde ahora tiene de vecina a Ivanka Trump. Pero los que realmente considera sus paraísos son su casa de Punta Cana y la de la Costa del Sol.

Mientras esperaban la llegada de su primer hijo, en 1997, Julio y Miranda decidieron crear en República Dominicana su nuevo hogar. Él había descubierto Punta Cana de la mano de su íntimo amigo Óscar de la Renta y quedó fascinado por la vegetación salvaje y el sonido del arrecife. Alrededor de 100 artesanos españoles, dominicanos y balineses trabajaron durante cuatro años para crear la casa que el propio Julio Iglesias diseñó. En torno a una serpenteante piscina y sobre un mar de coralina se construyó una residencia formada por diferentes bungalós, entre ellos una casita de dos plantas que se trajo expresamente de Bali para albergar los dormitorios y la zona de juegos para los niños.

En julio de 2003, el verano en el que Julio Iglesias nos invitó a conocer su propiedad de Punta Cana, todavía no se había casado con Miranda y no había llegado al mundo el que sería el quinto hijo de la pareja, Guillermo, que nació en 2007. La bella holandesa describió a ¡HOLA! cómo era la vida familiar allí, a orillas del mar Caribe: “Aquí tenemos todo y los niños están felices. Por la mañana los mayores reciben clase en casa, tienen su tutor; por la tarde hacen deporte en la playa, pescan, hacen windsurf, montan en canoa… También salimos mucho con ellos. Los niños están siempre en contacto con la Naturaleza y respiran aire puro”.

La propiedad, que está rodeada de una exuberante vegetación, tiene la particularidad de no ser prácticamente visible ni desde tierra ni desde el mar, y está compuesta por cuatro elementos fundamentales: caoba, bankirai (madera indonesia), pino de Oregón y coralina. La vida cotidiana de Julio en Punta Cana, contábamos en el reportaje de 2003, “se centra en grabar sus discos (tiene en la casa un magnífico estudio de grabación) y en pasar junto a los suyos el mayor tiempo posible”.

Del Caribe a la Costa del Sol

En el año 2000, Julio Iglesias adquirió Cuatro Lunas, una finca de 450 hectáreas en la localidad malagueña de Ojén. Situada a media hora del aeropuerto de Málaga y a menos de diez kilómetros de Marbella, la propiedad está rodeada de una naturaleza formidable en la que destacan árboles centenarios, grandes jardines, palmeras y dos huertos. Está considerada una de las fincas más bonitas del Mediterráneo.

El edificio principal consta de una suite, dos grandes terrazas con vistas al mar, un espacio reservado para el servicio, piscina y, por supuesto, un estudio de grabación. La finca también tiene helipuerto y otras edificaciones para acoger a invitados. Fue en este enclave donde Julio Iglesias y Miranda celebraron, el 24 de agosto de 2010 su boda, cuya ceremonia religiosa tuvo lugar en la parroquia de la Virgen del Carmen de Marbella y a la que acudieron sus cinco hijos, como testigos de excepción de un “sí, quiero” que se desarrolló en la intimidad.

Orgullo y debilidad de Julio, que plantó varios de los árboles que crecen en sus terrenos con sus propias manos, la casa estuvo a punto de ser pasto de las llamas en el pavoroso incendio que el 30 de agosto de 2012 se declaró en la provincia de Málaga, arrasando más de 8.000 hectáreas entre los municipios de Coín, Mijas, Marbella, Alhaurín el Grande, Ojén y Monda.

El fuego llamó a la puerta de la casa, pero el césped que la rodea ejerció de providencial cortafuegos. No ocurrió lo mismo con los árboles de su maravillosa finca, que quedaron calcinados. Julio había mimado cada árbol. Hizo crecer un huerto que abastecía las necesidades de su familia, reforzó las especies autóctonas y trajo otras nuevas que coloreaban el paisaje de variedad y encanto. Alcornoques centenarios de troncos con incontables anillos, frondosas encinas, espigados cipreses, enormes pinos… Un coleccionista de árboles.

“El incendio que asoló los montes desde Coín hasta Marbella y calcinó la riqueza forestal de Las Cuatro Lunas fue una de las noticias más tristes de mi vida. Compré esa finca movido por la ilusión de tener allí mi refugio y el de mi familia. Era y es para mí la culminación de mis sueños”, confesaba Julio en HOLA en aquellos días.

El cantante explicaba cómo se implicó en renovar la propiedad con todo su cariño: “Hice revivir los alcornoques enfermos. Construí cortafuegos. Sembré hierba donde solo había peñascos. Hice crecer hortalizas y frutales donde había vegetación salvaje. Me preocupé profundamente en la prevención y en el cuidado de las especies arbóreas existentes y en la incorporación de otras nuevas. Con el esfuerzo de tanta gente que siempre estuvo a mi lado, construimos una finca de gran belleza, quizá única en la Costa mediterránea”.

Julio admitía también en aquel reportaje que Las Cuatro Lunas es la casa favorita de su mujer, Miranda, que viene a menudo a Marbella para pasar largas temporadas, sobre todo en verano. También es la casa preferida de sus hijas gemelas, Victoria y Cristina, tal y como destacaron en su primer reportaje en  “¿Nuestro lugar favorito del mundo? ¡España! ¡Nuestra casa en España, sin duda! Nos encanta la gente, la cultura, el sol… ¡Es el verano perfecto!”, desvelaron.