Claudia Islas: De Icono del Cine Mexicano a una Vida de Recuerdos y Nostalgia
Claudia Islas, una de las figuras más impactantes del cine mexicano en los años 60 y 70, dejó una marca profunda en la industria por su belleza cautivadora y su talento innato. Conocida como la “Brigitte Bardot mexicana,” Islas no solo fue celebrada por su sensualidad, sino también por sus papeles en películas icónicas y telenovelas que la consolidaron como una verdadera estrella. Sin embargo, detrás de la fascinante imagen que proyectaba en la pantalla, su vida estuvo marcada por la controversia, los amores difíciles y las decisiones que la llevaron a una vida más tranquila y apartada en sus últimos años. Ahora, a los 78 años, Islas vive una existencia discreta, alejada de los reflectores que una vez la hicieron brillar.
Nacida en Pachuca, Hidalgo, Claudia Islas, cuyo nombre real es Elizabeth Islas Brasdefer, comenzó su carrera en la televisión a los 14 años, apareciendo en comerciales de productos populares que la hicieron conocida por la frase “mira lo que tengo, mira lo que tengo.” Desde un principio, su apariencia destacaba: con un cabello platinado y una belleza impresionante, los productores vieron en ella un gran potencial para convertirse en estrella. Fue su representante, Blanca Estela Lemus, quien le sugirió cambiar su nombre a Claudia Islas, dotándola de una imagen más glamorosa. Con solo 20 años, Islas hizo su debut en el cine con Los años verdes en 1966, y aunque los críticos reconocían que aún tenía que pulir su técnica, no dejaban de señalar su belleza única y la comparaban con actrices europeas.
Claudia Islas continuó su ascenso en el cine mexicano con películas como Modisto de señoras, una comedia protagonizada junto a figuras como Mauricio Garcés, Zulma Fayad y Enrique Rocha. Este papel, junto con su actuación en Despedida de casada, se convirtió en un clásico del cine nacional, y para finales de los años 60, Islas ya era una de las figuras femeninas más solicitadas en el cine y la televisión. A pesar de que su familia inicialmente desaprobaba su elección de carrera, al ver sus éxitos en la pantalla, terminaron apoyándola y se convirtieron en sus mayores admiradores.
Claudia, sin embargo, no fue solo una figura deslumbrante de la pantalla. En su vida personal, se destacó por su carácter fuerte y su personalidad intrigante, que generaba tanto admiración como críticas. Siempre dispuesta a posar para los fotógrafos, Claudia sostenía que cuando uno tiene algo bonito, “¿por qué no mostrarlo?” Este carisma la llevó a incursionar brevemente en el mundo de las vedettes, tomando clases de canto y baile con grandes maestros de la época como Berta Lepe. Aunque intentó abrazar esta faceta, eventualmente regresó al cine y a la televisión, reconociendo que su verdadera pasión residía en la actuación.
A lo largo de los años, Islas también se aventuró en el teatro con la obra Mujer del año, una adaptación inspirada en la película clásica de 1942, dirigida por George Stevens. La producción, sin embargo, no tuvo el éxito esperado y las críticas la desanimaron, lo que la llevó a enfocarse nuevamente en la televisión. Su carrera en telenovelas fue igualmente destacada, apareciendo en producciones como Sin palabras, La cruz de Marisa Cruces, Hora marcada, El amor prohibido y Corazón salvaje. Su participación en estas producciones la consagró como una actriz versátil y de gran atractivo en la pantalla chica.
Claudia también fue conocida por sus romances y rivalidades. Durante su carrera, fue objeto de atención de galanes de la época como Andrés García, Jorge Rivero y Mauricio Garcés, quienes buscaban conquistarla, aunque ella, en realidad, se sentía más atraída por personas fuera del medio artístico. Entre sus romances más notorios se encuentra el que mantuvo con el político mexicano Carlos Hank González, una relación que, según personas cercanas a la actriz, fue seria y significativa. Sin embargo, debido a que Hank González estaba casado, ambos mantuvieron su romance en secreto, lo cual eventualmente contribuyó a su ruptura.
Otra faceta menos conocida de Claudia Islas fueron las rivalidades con otras figuras femeninas del cine y la televisión. Fue comparada constantemente con Fanny Cano, una actriz rubia y bella como ella. A pesar de las comparaciones que hacían los medios, Islas siempre aseguró que no le molestaba la competencia. También tuvo un altercado famoso con la actriz Isela Vega, otro ícono del cine mexicano, durante un evento, lo que dio lugar a rumores sobre su enemistad. A pesar de la controversia, Claudia Islas siguió siendo una figura respetada por su talento y dedicación a la actuación.
Con el paso del tiempo, Islas decidió retirarse de Televisa en 1988, luego de una larga relación laboral con la cadena. La actriz recibió una indemnización y la libertad de trabajar en otros proyectos. En 1999, se unió a TV Azteca en la telenovela Catalina y Sebastián, producida por Antulio Jiménez Pons. Aunque su papel fue significativo, los rumores sobre problemas tras bastidores la afectaron profundamente y, con el tiempo, decidió alejarse de la actuación para vivir una vida más tranquila.
A medida que Claudia Islas se acercaba a la tercera edad, sus apariciones públicas comenzaron a disminuir. En una entrevista de 2014 con Mónica Garza, la actriz habló sobre su vida con gratitud y expresó sentirse satisfecha con lo que había logrado. Se estableció en Puebla junto a su esposo, Jaime Bravo, con quien ha compartido una relación sólida desde 1993. Aunque su vida dista mucho de la fama y el glamour de sus años dorados en la pantalla, Islas sigue siendo una de las figuras más queridas y recordadas de la Época de Oro del cine mexicano.
Hoy en día, Claudia Islas lleva una vida más tranquila y discreta, pero su legado permanece vivo en las memorias de quienes crecieron viendo sus películas y telenovelas. Su historia es una mezcla de éxitos, controversias, amores y rivalidades, que dejaron una huella indeleble en el mundo del entretenimiento mexicano.