Ezequiel Peña, conocido cariñosamente como “Cheque”, es un ícono de la música ranchera y regional mexicana. Su nombre resuena entre los amantes del género, pero pocos conocen a profundidad la historia detrás del hombre que ha dedicado su vida a preservar y promover la cultura mexicana. A sus 56 años, Ezequiel Peña no solo se ha consolidado como un destacado intérprete, sino también como un símbolo de perseverancia y dedicación.

Ezequiel Peña nació en el pequeño pueblo de San José del Valle, en el estado mexicano de Nayarit, como el hijo menor de una numerosa familia. Creció rodeado de tradiciones rurales donde los caballos eran parte esencial de la vida cotidiana. Desde joven, desarrolló una profunda conexión con estos animales, convirtiéndose en un hábil jinete. Sin embargo, su verdadera pasión surgió cuando escuchó por primera vez la música ranchera, específicamente las canciones del legendario Antonio Aguilar. Inspirado por Aguilar, Peña soñó con combinar su amor por los caballos con la música, una ambición que marcaría el rumbo de su vida.

Durante su adolescencia, Peña enfrentó obstáculos significativos. Aunque mostró interés por la música desde temprana edad, su familia no apoyaba su pasión. Su padre lo instó a buscar un “trabajo real”, mientras que sus hermanos se burlaban de él, llamándolo “el artista del pueblo”. A pesar de esto, Peña no se dio por vencido. Con apenas 12 años, comenzó a presentarse en festivales locales y pequeños bares, donde afinó sus habilidades y ganó confianza en el escenario.

En 1988, a los 20 años, Peña tomó una decisión audaz: emigrar a Los Ángeles, California, en busca de mejores oportunidades. La vida en Estados Unidos no fue fácil; trabajó en diversos empleos, desde chofer hasta mesero, para poder sobrevivir. Sin embargo, nunca dejó de lado su amor por la música. Participó en concursos de canto locales y, finalmente, en 1989, su perseverancia dio frutos cuando ganó un certamen que llamó la atención de productores de la industria.

En 1991, Ezequiel Peña se unió a Banda Vallarta Show como vocalista principal. Con esta agrupación, alcanzó un éxito considerable en la música regional mexicana. Juntos, grabaron cuatro álbumes de estudio que incluyeron éxitos como Te ves bien buena y Esa mujer me alucina. Sus presentaciones, llenas de energía y espectáculo, cautivaron al público en Estados Unidos y México. Sin embargo, en 1993, las tensiones internas llevaron a la separación del grupo. Aunque fue un momento difícil, Peña decidió emprender una carrera en solitario, marcando el inicio de una nueva etapa.

Después de dejar Banda Vallarta Show, Peña fusionó sus dos grandes pasiones: la música y la equitación. Creó un espectáculo ecuestre único que combinaba canciones rancheras con impresionantes demostraciones de habilidades a caballo. Este formato innovador no solo redefinió su carrera, sino que también lo convirtió en un embajador cultural de México. Sus actuaciones, descritas como “la catedral del espectáculo ecuestre”, han sido un testimonio de su compromiso por preservar las tradiciones mexicanas.

En 1994, Peña lanzó su primer álbum en solitario, Vendo unos ojos verdes, producido en colaboración con Marco Antonio Solís. Este trabajo marcó su transición de vocalista de banda a intérprete en solitario. Dos años después, en 1996, lanzó Orgullo ranchero, consolidándose como una de las figuras más importantes de la música ranchera. Durante las siguientes décadas, Peña continuó lanzando álbumes exitosos como Me dan ganas (1997), No más contigo (1998) y Con sangre de ranchero (2001), explorando temas de amor, desamor y orgullo mexicano.

Uno de los momentos más destacados de su carrera llegó con el álbum Tradición: La charrería, una obra que celebró las tradiciones ecuestres mexicanas y presentó el sencillo Beso a beso, escrito por su hijo. Este proyecto demostró su compromiso de mantener viva la música ranchera mientras incorporaba elementos modernos.

Ezequiel Peña ha sido reconocido por su contribución al arte y la cultura mexicana. Fue nombrado Embajador de Educación y Cultura por instituciones como la Universidad de California en Fresno y el Consulado General de México. Durante la ceremonia de su nombramiento, Peña expresó su gratitud y destacó la importancia de la educación como herramienta para el progreso.

Además de su éxito musical, Peña ha sido un defensor de las tradiciones charras, promoviendo el orgullo por las raíces culturales de México. Sus actuaciones en vivo, que combinan música y equitación, son un recordatorio del valor de preservar estas costumbres para las futuras generaciones.

A pesar de su éxito, Peña ha enfrentado momentos de dolor. En 2008, durante una presentación en Riverside, California, sufrió la pérdida repentina de uno de sus caballos más queridos, que murió de un infarto en medio del espectáculo. Este evento conmocionó profundamente a Peña, quien describió al caballo como un miembro de su familia. A pesar del dolor, continuó adelante, demostrando su fortaleza y amor por su oficio.

Hoy en día, Ezequiel Peña está apoyando la carrera musical de su hijo, Ezequiel Peña Jr. A los 23 años, el joven ha seguido los pasos de su padre, combinando música y equitación en sus presentaciones. Este dúo padre-hijo no solo comparte una pasión por la música, sino también por los caballos, administrando establos en Estados Unidos y México. Para Peña, su hijo representa la continuación de su legado y la promesa de mantener vivas las tradiciones rancheras.

La historia de Ezequiel Peña es un testimonio de la perseverancia y la pasión. Desde sus humildes comienzos en Nayarit hasta convertirse en una figura destacada de la música ranchera, Peña ha demostrado que el esfuerzo y la dedicación pueden superar cualquier obstáculo. Su compromiso con la cultura mexicana, combinado con su capacidad para adaptarse y evolucionar, lo ha convertido en un ícono tanto dentro como fuera del escenario.

A través de su música, sus espectáculos ecuestres y su legado familiar, Ezequiel Peña continúa inspirando a generaciones de fans. Su mensaje es claro: “Nunca olvidemos nuestras raíces, porque en ellas está nuestra fortaleza”.

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