La nieta de Dolores del Río, después de cuatro décadas de silencio, finalmente ha hablado sobre la abuela legendaria.

Dolores del Río, uno de los nombres más emblemáticos del cine mexicano y pionera en Hollywood, dejó una marca imborrable en la historia del séptimo arte. Nacida como María de los Dolores Asúnsolo y López Negrete el 3 de agosto de 1904 en Durango, México, Dolores se convirtió en un símbolo de elegancia, talento y belleza, trascendiendo fronteras y generaciones. A pesar de los desafíos personales y profesionales, su legado sigue vivo, tanto en México como en el extranjero.

Dolores nació en el seno de una familia privilegiada durante el Porfiriato. Su padre, Jesús Leonardo Asúnsolo, era director del Banco de Durango, y su madre, Antonia López Negrete, provenía de una de las familias más adineradas de México. Dolores creció rodeada de riqueza y cultura, pero la Revolución Mexicana cambió drásticamente el curso de su vida. Su familia perdió todo debido a las tensiones políticas, y, tras escapar de Durango disfrazadas de campesinas, se refugiaron en la Ciudad de México bajo la protección de Francisco I. Madero, primo de su madre y entonces presidente de México.

Desde joven, Dolores mostró inclinaciones artísticas, influenciada por la cultura que la rodeaba. Una presentación de la bailarina rusa Anna Pavlova la inspiró a estudiar danza, y pronto comenzó a destacarse por su gracia y elegancia. A los 17 años, conoció a Jaime Martínez del Río y, tras un breve romance, se casaron en 1921. Su unión les permitió viajar por Europa, pero las dificultades financieras de Jaime los obligaron a regresar a México. Fue en este contexto que Dolores decidió buscar un nuevo rumbo en su vida.

En 1925, Dolores y Jaime se mudaron a Los Ángeles, donde conocieron a cineastas influyentes. Dolores llamó la atención del director Edwin Carewe, quien vio en ella el potencial para convertirse en una estrella del cine mudo. Bajo su guía, Dolores debutó en la pantalla grande con Joanna (1925), iniciando su carrera en Hollywood.

Dolores del Río se destacó rápidamente por su belleza exótica y su elegancia innata, lo que la convirtió en una de las primeras actrices hispanas en alcanzar la fama en Hollywood. Películas como What Price Glory (1926) y Ramona (1928) consolidaron su lugar en la industria. Su estilo único marcó tendencia, influyendo en la moda y en la percepción de las actrices latinas en el cine estadounidense.

Con la llegada del cine sonoro, Dolores enfrentó desafíos debido a su acento, pero logró adaptarse y mantenerse relevante. En películas como Bird of Paradise (1932) y Flying Down to Rio (1933), demostró su capacidad de reinventarse, ganándose el respeto de la industria y del público.

Tras una exitosa carrera en Hollywood, Dolores regresó a México en los años 40, donde encontró una nueva oportunidad para brillar. Trabajando con destacados cineastas como Emilio “El Indio” Fernández, Dolores protagonizó películas que definieron la Época de Oro del cine mexicano. Entre sus trabajos más notables se encuentran Flor silvestre (1943) y María Candelaria (1944), esta última galardonada en el Festival de Cine de Cannes.

En México, Dolores adoptó una imagen más natural y auténtica, despojándose del glamour hollywoodense para abrazar su identidad mexicana. Esto la convirtió en un símbolo de la belleza indígena y en una representante de la cultura mexicana en el cine internacional.

Dolores del Río no solo destacó como actriz, sino que también fue una figura clave en la promoción de la cultura mexicana. A lo largo de su vida, colaboró con artistas de renombre como Diego Rivera, quien inmortalizó su rostro en varias obras. Su amistad con figuras como Frida Kahlo y Orson Welles enriqueció aún más su legado artístico.

Dolores también fue pionera en la preservación del patrimonio cultural. Donó una vasta colección de arte al Instituto Nacional de Bellas Artes de México, asegurándose de que su legado continuara inspirando a futuras generaciones. Además, su imagen y contribuciones han sido celebradas en museos, estatuas y murales en México y Estados Unidos.

A pesar de su éxito profesional, Dolores enfrentó desafíos personales en sus últimos años. Fue diagnosticada con osteomielitis en 1978, una enfermedad que le causó dolor crónico y limitó su movilidad. Posteriormente, en 1981, contrajo hepatitis B debido a una inyección contaminada, lo que complicó aún más su salud. Finalmente, Dolores falleció el 11 de abril de 1983 a los 78 años en Newport Beach, California, debido a una insuficiencia hepática.

Sus restos fueron cremados y trasladados a México, donde inicialmente fueron enterrados en el Panteón Francés. En 2006, sus cenizas fueron trasladadas a la Rotonda de las Personas Ilustres, un lugar reservado para las figuras más destacadas de la historia mexicana.

A pesar de su legado, Dolores del Río ha sido objeto de controversia. En 2011, su sobrina, la actriz Diana Bracho, sorprendió al público al declarar que Dolores era “una terrible actriz”. Este comentario generó un debate sobre la importancia del talento frente a la imagen en el éxito de Dolores. Bracho argumentó que el cine mexicano de la época estaba más enfocado en la apariencia que en la preparación actoral, lo que provocó reacciones encontradas entre los admiradores de Dolores y críticos de cine.

A 40 años de su fallecimiento, Dolores del Río sigue siendo una figura venerada. Su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood y los homenajes en su ciudad natal, Durango, son testimonio de su influencia duradera. Además, su vida ha inspirado libros, exposiciones y películas que destacan su contribución al cine y a la cultura mexicana.

En 2017, Google conmemoró el 113 aniversario de su nacimiento con un doodle, recordando su importancia como pionera en Hollywood. Más recientemente, ha sido representada en series de televisión, llevando su historia a nuevas generaciones.

Dolores del Río no solo fue una actriz, sino un ícono cultural cuya vida y carrera reflejan la evolución del cine y el impacto de la cultura mexicana en el mundo. Su legado continúa inspirando a actores y actrices latinos que buscan abrirse camino en la industria del entretenimiento. A pesar de las críticas, su imagen y contribuciones artísticas han trascendido el tiempo, consolidándola como una de las figuras más emblemáticas de la historia del cine.

¿Qué opinas sobre la vida y legado de Dolores del Río? ¿Crees que sus contribuciones artísticas siguen siendo relevantes hoy en día? ¡Comparte tus pensamientos y sigamos celebrando su historia!

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