María Félix, también conocida como “La Doña”, es recordada no solo por su incomparable talento y belleza, sino también por su carácter fuerte y decidido que la distinguió a lo largo de su vida. En la Época de Oro del cine mexicano, no solo destacó por su capacidad actoral, sino por su personalidad arrolladora y su autenticidad. Entre las anécdotas que más captaron la atención del público, hubo un momento en el que María, con firmeza y sin remordimiento, rompió dos guitarras que le habían sido regaladas por dos grandes íconos del cine mexicano: Pedro Infante y Jorge Negrete. Para quienes aman el cine mexicano, esta historia sigue siendo fascinante, y la propia María explicó sus razones en una entrevista que concedió a Ricardo Rocha.

En esta entrevista, María Félix reveló que no solo rompió la guitarra de Pedro Infante, sino también la de Jorge Negrete, ambos protagonistas de la célebre película Dos Tipos de Cuidado. “Yo la rompí y la de Jorge Negrete también, ya me tenían hasta aquí”, confesó, refiriéndose a cómo aquellos recuerdos del pasado no significaban nada para ella en el presente. A lo largo de la conversación, María explicó que para ella, las cosas materiales, especialmente aquellas que evocaban recuerdos de sus antiguas relaciones o amistades, no tenían un valor especial. Esta decisión de romper las guitarras no era un simple acto de rechazo, sino una manera de liberarse de recuerdos que ya no tenían espacio en su vida.

María Félix hizo hincapié en que no le gustaba vivir en el pasado. “A los hombres se les da carpetazo, al pasado se le da carpetazo”, expresó, reflejando su filosofía de vida. Para ella, vivir en el presente y pensar en el futuro eran las verdaderas prioridades. “Yo rompí todo eso”, añadió, refiriéndose no solo a las guitarras, sino a otros objetos que, según ella, solo acumulaban espacio y la ataban a algo que prefería dejar atrás. La Doña enfatizó que no sentía ningún apego hacia esos recuerdos materiales, ya que no deseaba cargar con el peso de fantasmas del pasado.

Durante la entrevista, María se mostró implacable y honesta sobre su postura respecto a los objetos del pasado. “Por higiene mental y por falta de espacio en mis cajones, he quemado cartas de Agustín Lara”, confesó, refiriéndose a las cartas de quien fuera su esposo y uno de los amores de su vida, el famoso compositor Agustín Lara. Su manera de desprenderse de aquellos objetos, explicó, le permitía mantener su paz interior y avanzar sin ataduras emocionales que ya no le aportaban nada. Agregó, en tono humorístico, que su hijo Enrique se molestaba cuando hacía fogatas de sus recuerdos. Sin embargo, para María Félix, su bienestar emocional y su deseo de vivir plenamente en el presente eran mucho más importantes que conservar objetos que solo le traían reminiscencias de personas que ya no estaban.

Esta actitud ante la vida, de vivir el momento y dejar atrás lo que ya no tiene cabida en el presente, formó parte de su esencia hasta sus últimos días. Su filosofía, de no aferrarse a cosas ni personas del pasado, la hizo aún más enigmática y fascinante. Para ella, mantener esos objetos era como convivir con fantasmas que no necesitaba. “¿Para qué voy a guardar cosas de tanta gente que ahora está empujando margaritas en el cementerio?” dijo, dejando claro que su forma de recordar a las personas con las que compartió su vida no incluía acumular recuerdos materiales.

En sus propias palabras, La Doña nos enseñó una lección de libertad y fortaleza: vivir sin ataduras del pasado, sin objetos que condicionen el presente. Prefirió quedarse con los aprendizajes y experiencias de cada persona que había pasado por su vida, pero sin depender de ningún objeto para recordarlos. Como expresó en la entrevista, su objetivo era pensar en el provenir, en el futuro, y no en aquello que ya había sucedido.

Esta anécdota no solo resalta el carácter decidido y firme de María Félix, sino también su capacidad para establecer sus propios límites y vivir según sus propias reglas. Fue una mujer que, en lugar de vivir anclada al pasado, se enfocaba en el presente y en construir un futuro libre de ataduras. Este episodio de las guitarras rotas, así como la quema de cartas y otros recuerdos, simboliza la manera en que La Doña encaraba la vida, sin miedo a desprenderse de lo que ya no tenía sentido para ella.

En la historia del cine mexicano, pocos personajes han dejado una huella tan profunda como María Félix, no solo por su talento y belleza, sino por su personalidad única y su visión de la vida. Su legado sigue vivo, y esta anécdota es un recordatorio de su independencia y fuerza, características que la convirtieron en un verdadero ícono. Así, la historia de las guitarras rotas sigue siendo una muestra de cómo María Félix, con su carácter inquebrantable, marcó la Época de Oro del cine mexicano y sigue inspirando a generaciones enteras.