La vida y legado de Yolanda Montes “Tongolele”
Yolanda Yvonne Montes Farrington, conocida artísticamente como Tongolele, es una de las figuras más icónicas en la historia del espectáculo mexicano. Su extraordinario talento como bailarina y actriz la llevó a conquistar la vida nocturna, el cine y la televisión durante la Época de Oro del cine mexicano. Aunque su vida estuvo llena de éxito y glamour, también enfrentó momentos de tragedia y desafíos, especialmente en sus últimos años. A continuación, repasaremos su fascinante vida y exploraremos su difícil situación actual.
Tongolele nació el 3 de enero de 1932 en Spokane, Washington, en una familia con raíces culturales diversas. Su padre, Elmer Sven Montes, tenía ascendencia mexicana, mientras que su madre, Edna Pearl Farrington, provenía de una familia estadounidense con raíces tahitianas. Esta mezcla cultural influyó significativamente en su vida desde muy temprana edad y sembró las bases de su pasión por la danza.
Desde niña, Yolanda mostró un interés innato por el baile, que se convirtió rápidamente en su vocación. Durante su adolescencia, se unió al Ballet Internacional en San Francisco, donde comenzó a destacar como bailarina exótica en una revista tahitiana. Esto marcó el inicio de una carrera que más tarde la llevaría a convertirse en un ícono del entretenimiento en México.
En 1947, a la edad de 15 años, Tongolele emigró a la Ciudad de México, donde su talento llamó rápidamente la atención. Fue Américo Mancini, un reconocido empresario de la época, quien la ayudó a debutar en el famoso cabaret Tívoli. Bajo el nombre artístico de Tongolele, su estilo exótico y presencia magnética la convirtieron en la favorita de la vibrante vida nocturna de la ciudad.
Durante las décadas de 1940 y 1950, Tongolele alcanzó un éxito sin precedentes como bailarina y figura principal del movimiento de los exóticos, un grupo de artistas que revolucionó la escena del espectáculo en México. Su cabello negro azabache con una distintiva mecha blanca, sus penetrantes ojos azules y sus hipnotizantes movimientos de baile le otorgaron el título de “Reina de los Bailes Tahitianos”. Su atractivo físico y talento la convirtieron en uno de los símbolos sexuales más destacados de la época.
El impacto de Tongolele no se limitó a los cabarets. En 1948, debutó en el cine con la película Han matado a Tongolele, que aunque recibió críticas mixtas, marcó el inicio de su carrera cinematográfica. Durante los años siguientes, apareció en múltiples producciones, como El Rey del Barrio y Mátenme porque me muero, consolidándose como una de las estrellas más reconocidas de la época.
En 1967, Tongolele regresó al cine con la película de terror Las mujeres panteras y, al año siguiente, protagonizó El Crepúsculo de un Dios junto al legendario Emilio “El Indio” Fernández. En 1968, participó en la coproducción mexicano-estadounidense The Snake People, donde compartió créditos con Boris Karloff. Estas películas destacaron su versatilidad y le permitieron explorar nuevos horizontes en su carrera.
Además del cine, Tongolele dejó su huella en la música, grabando el álbum Tongolele Sings for You con CBS, donde mostró su talento más allá del baile. En los años 80, debutó en las telenovelas, apareciendo en producciones como Salomé, ampliando así su presencia en el mundo del entretenimiento.
En 1956, Tongolele contrajo matrimonio con el músico cubano Joaquín González, con quien tuvo dos hijos gemelos, Rubén y Ricardo. Aunque decidió pausar su carrera para dedicarse a su familia, su pasión por el espectáculo la llevó a regresar al escenario y la pantalla años después. Sin embargo, su vida personal se vio marcada por la tragedia con la muerte de su esposo en 1996, lo que representó un periodo sombrío para la artista.
A pesar de las adversidades, Tongolele continuó activa en la industria del entretenimiento hasta mediados de la década de 2010, apareciendo en teatro musical, televisión y cine. En 2012, hizo una última aparición en la gran pantalla en El fantástico mundo de Juan Orol, un homenaje al legendario cineasta.
Con el paso de los años, Tongolele comenzó a retirarse de la vida pública. En 2015, dejó de actuar debido a problemas de salud relacionados con la demencia senil, que más tarde se confirmó como Alzheimer. Esta enfermedad degenerativa ha afectado profundamente su calidad de vida, llevándola a olvidar gran parte de su ilustre pasado. Aunque ha experimentado delirios y paranoia, su familia ha estado a su lado, cuidándola en su hogar en Puebla.
A pesar de los desafíos, Tongolele sigue mostrando su amor por la danza, practicando sus rutinas caribeñas y afroantillanas diariamente como parte de su terapia. Este ritual no solo la mantiene activa físicamente, sino que también le permite conectar con el mundo que una vez dominó con su arte.
Hoy, a más de 90 años de edad, Tongolele vive rodeada del cariño de su familia. Aunque su memoria se ha desvanecido, su legado como una de las bailarinas y actrices más prominentes de México permanece intacto. Su vida es un testimonio de la pasión, dedicación y resiliencia que caracterizaron su carrera.
La historia de Yolanda Montes es un recordatorio de la importancia de apoyar a los artistas que, como ella, han dedicado su vida a enriquecer nuestra cultura. A medida que enfrentamos el envejecimiento y sus desafíos, es crucial garantizar que figuras como Tongolele reciban el reconocimiento y cuidado que merecen.
Su espíritu indomable sigue siendo una fuente de inspiración para todos aquellos que tuvieron el privilegio de presenciar su brillo en el escenario. Su legado perdurará como un símbolo de arte, belleza y talento que dejó una huella imborrable en la historia del entretenimiento mexicano.ê