Robin Williams, uno de los actores más queridos de Hollywood, dejó un legado que sigue siendo recordado por millones alrededor del mundo. Desde sus inolvidables papeles en “Aladdin”, “El indomable Will Hunting” y “Buenos días, Vietnam”, hasta su comedia única, Williams cautivó a audiencias de todas las edades. Sin embargo, detrás de su éxito y su habilidad para hacer reír, estaba una vida marcada por luchas personales profundas, incluida su batalla contra la depresión, la adicción y los problemas emocionales que finalmente lo llevaron a su trágico fin.

La vida de Robin Williams estuvo lejos de ser fácil, y a pesar de su éxito en la pantalla, los desafíos internos fueron constantes. Nacido en 1951 en Chicago, Williams creció en un hogar donde su madre, actriz de doblaje, y su padre, ejecutivo de automotrices, estaban ausentes debido a sus ocupadas carreras. Williams fue criado por niñeras y personal doméstico, lo que contribuyó a su sentimiento de soledad y desconexión. A lo largo de su vida, reveló que el humor fue su manera de lidiar con su dolor y encontrar una forma de conectar con su familia, especialmente con su madre. La comedia fue su válvula de escape, pero también se convirtió en un refugio para las dificultades emocionales que llevaba consigo desde su niñez.

En su adolescencia, Williams se enfrentó al bullying, tanto físico como intelectual, lo que lo empujó a refugiarse aún más en la comedia. A medida que crecía, sus habilidades cómicas le permitieron empezar a destacarse. Aunque inicialmente fue reconocido por su talento en el stand-up, su fama creció con papeles en televisión, especialmente con el programa “Mork and Mindy” en 1978, donde su desbordante energía lo hizo un ícono. Sin embargo, durante este tiempo también comenzaron a emerger problemas que marcarían su vida personal.
Williams luchó con las drogas y el alcohol, y su adicción comenzó a consumirlo, aunque su éxito profesional continuó. Fue en el mundo del stand-up donde conoció a amigos clave, como John Belushi, cuyo trágico fallecimiento por sobredosis afectó profundamente a Williams. A partir de allí, se comprometió a la sobriedad, pero las recaídas fueron frecuentes. Su lucha con el alcohol fue una constante a lo largo de su carrera, y aunque en varios momentos pudo mantenerse sobrio, las presiones de la fama y los demonios internos hicieron difícil mantenerlo.
A pesar de sus problemas, Williams continuó siendo un pilar en la industria del entretenimiento. Su vida amorosa también fue tumultuosa. Tras su divorcio de su primera esposa, Williams se casó con Marsha Garces, con quien tuvo dos hijos. Sin embargo, la infidelidad y los problemas emocionales siguieron siendo una constante en su vida, lo que finalmente afectó sus relaciones personales y familiares.

En los últimos años de su vida, Williams luchaba contra una depresión severa que, según sus seres queridos, se exacerbó por su diagnóstico de la enfermedad de Parkinson. En 2014, Williams fue diagnosticado con demencia con cuerpos de Lewy (LBD), una condición degenerativa que afecta las capacidades motoras y cognitivas. Esta enfermedad contribuyó a la desesperación y angustia que Williams vivió antes de su muerte, a pesar de los esfuerzos por superar sus problemas de salud mental.
La tragedia llegó el 11 de agosto de 2014, cuando Robin Williams fue encontrado muerto por suicidio en su casa en Tiburón, California, a la edad de 63 años. Su muerte sorprendió al mundo, pero también generó una profunda reflexión sobre las dificultades emocionales que enfrentan las figuras públicas. Tras su fallecimiento, su familia reveló que Williams había estado lidiando con la demencia con cuerpos de Lewy, una enfermedad que le causó gran sufrimiento y que fue probablemente la principal causa de su angustia y su decisión de poner fin a su vida.
El legado de Robin Williams perdura no solo a través de sus actuaciones icónicas, sino también a través de su lucha abierta contra la salud mental, un tema que nunca se discutió lo suficiente en la industria del entretenimiento. Su historia inspira a muchos a reconocer la importancia de tratar la salud mental y la adicción, y su vida es un recordatorio de que incluso las estrellas más brillantes pueden ser vulnerables.

Zelda, la hija de Robin Williams, ha sido una defensora de su legado, y a través de su trabajo, busca crear conciencia sobre los problemas que afectaron a su padre. A pesar de las tragedias personales que marcaron su vida, la memoria de Robin Williams sigue viva, y su influencia sigue siendo fuerte en la industria del entretenimiento.
La historia de Robin Williams no solo es un recordatorio del poder de la comedia, sino también de las complejidades emocionales que muchas veces se esconden detrás de la fama.