El Pastor y la Oveja Perdida María era una joven que se sentía perdida en la vida

El Pastor y la Oveja Perdida María era una joven que se sentía perdida en la vida. Había crecido en un hogar creyente, pero con el tiempo se alejó de su fe, buscando satisfacción en las cosas materiales y los placeres momentáneos. Sin embargo, nada parecía llenar el vacío en su corazón. Una noche, mientras caminaba sola por las calles de la ciudad, se encontró frente a una pequeña iglesia.

Algo la impulsó a entrar. El interior estaba en penumbra, iluminado solo por unas cuantas velas. María se sentó en el último banco y cerró los ojos, sintiendo el peso de sus preocupaciones. De repente, escuchó una voz suave que recitaba: “El Señor es mi pastor; nada me faltará.” Estas palabras resonaron en su alma como un eco lejano de su infancia.

Abrió los ojos y vio a un anciano sacerdote de pie junto a ella. “Hija mía”, dijo el sacerdote con una sonrisa amable, “pareces perdida. ¿Puedo ayudarte?” María, con lágrimas en los ojos, le contó al sacerdote sobre su vida, sus miedos y su sensación de vacío. El anciano la escuchó con paciencia y comprensión. “Recuerda”, le dijo, “que el Señor es como un pastor dedicado.

Él nunca abandona a sus ovejas, incluso cuando se alejan del rebaño. Está esperando que regreses a Él.” Estas palabras tocaron el corazón de María. Recordó los momentos de paz y alegría que había experimentado en su juventud, cuando su fe era fuerte. Se dio cuenta de que había estado buscando en los lugares equivocados lo que solo Dios podía proporcionar. En los días siguientes, María comenzó a reconectar con su fe.

Empezó a orar, a leer la Biblia y a asistir a la iglesia regularmente. Poco a poco, sintió cómo la paz y la alegría volvían a su vida. Ya no se sentía perdida ni sola. María descubrió que cuando confiaba en Dios como su pastor, realmente no le faltaba nada. Encontró propósito en ayudar a otros, fortaleza en los momentos difíciles y una profunda sensación de amor y pertenencia.

Su vida se transformó, y María se convirtió en un testimonio viviente del poder del Salmo 23:1. Compartía su historia con otros, recordándoles que no importa cuán lejos se hayan alejado, el Gran Pastor siempre está esperando para guiarlos de vuelta al rebaño. Amén.

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