[DE] Reconocí al mendigo como mi prometido

Reconocí al mendigo como mi prometido, que desapareció hace 8 años el día de nuestra boda; su explicación me dejó en shock

 

 

Nunca esperé ver a Jacob, mi ex prometido, y mucho menos como un mendigo en Central Park. Este encuentro pronto reveló sorprendentes traiciones que me hicieron dudar de todo lo que sabía sobre mi pasado y las personas cercanas a mí.

“Vamos, Nino, toma otro pedazo de pizza antes de irte”, dijo mi amigo Eric, mostrando su familiar rostro sonriente. “De ninguna manera”, respondí. “Tengo que llegar a mi vuelo y aún caminar un poco por Central Park”. Eric puso los ojos en blanco, pero se encogió de hombros. “Está bien, pero no digas que no te advertí. Te arrepentirás de no haberte comido otro pedazo de esa auténtica pizza neoyorquina cuando regreses a la aburrida St. Louis”.

La energía de Nueva York siempre me hacía sentir viva, pero también me recordaba a Jacob, y ese día tenía una extraña corazonada sobre él. Habían pasado ocho años desde que desapareció, y aunque pensaba que había superado eso, Nueva York despertó de nuevo todos los viejos recuerdos.

 

Mientras paseaba por Central Park, lo vi: una silueta familiar y descuidada en un banco. Mi corazón se detuvo. ¿Era realmente Jacob? “¿Jacob?” me acerqué con cautela. “¿Nina?” Su voz era débil, pero definitivamente era él. “¿Qué te ha pasado?” le pregunté, mirándolo fijamente.

“Es una larga historia. ¿Podemos hablar?” dijo. Dudé, pero la curiosidad ganó. “Está bien, pidamos algo de comer”. Fuimos a una cafetería cercana, donde pedí comida para los dos. Cuando regresamos al parque, no podía esperar más. “Empieza desde el principio”, dije.

Respiró hondo. “Dos horas antes de nuestra boda, unos hombres entraron a mi habitación. Dijeron que tu padre los envió”. “¿Mi padre?” pregunté, atónita. “Sí. Me golpearon tanto que perdí el conocimiento. Cuando volví en mí, no recordaba quién era. Vagaba, tratando de sobrevivir. Y ahora estoy aquí”.

 

Lo miré, y en mi corazón luchaban el escepticismo y la compasión. “¿De verdad estás diciendo que mi padre te hizo esto?” Jacob asintió con la cabeza, pidiéndome con la mirada. “Lo digo. Tu padre no quería que me casara contigo”. “¿Por qué nunca volviste?” pregunté, con la voz temblorosa. “¿Por qué no intentaste encontrarme?”

“No me dejaron nada”, dijo Jacob en voz baja. “Durante unos meses ni siquiera conocía mi nombre. Cuando parte de mis recuerdos volvió, no tenía forma de contactarte. Estaba perdido, Nino”. Luchaba por procesar sus palabras. “No sé qué pensar, Jacob”, susurré, abrumada.

 

“No espero que me perdones”, respondió en voz baja. “Solo quería que supieras la verdad”. Estuvimos sentados en silencio, y el peso de su confesión colgaba entre nosotros. Finalmente me levanté, incapaz de quedarme más tiempo. “Cuídate, Jacob”, le dije suavemente, antes de irme, con el corazón pesado y lleno de sentimientos no resueltos.

Esa noche, al regresar al apartamento de Eric, intenté ahuyentar ese encuentro, pero la historia de Jacob seguía atormentándome. “¿Estás bien?” preguntó Eric, notando mi ensimismamiento. “Me encontré con Jacob”, admití, aún sin poder creerlo. “¿Jacob? ¿Tu ex?” los ojos de Eric se agrandaron. “Sí. No está… en buen estado”, dije. “Me dijo que mi padre ordenó que lo secuestraran el día de nuestra boda”.

“Eso suena loco”, respondió Eric, sacudiendo la cabeza. “¿Le crees?” “No lo sé”, suspiré. “No sé qué pensar”.

 

A la mañana siguiente, volví a encontrarme en Central Park, incapaz de irme sin respuestas. Me senté en el mismo banco donde habíamos hablado con Jacob, y volví a recrear nuestra conversación en mi mente. Necesitaba respuestas. Saqué mi teléfono y llamé a mi padre.

“Nina? ¿Qué pasó?” respondió, y su voz sonaba tensa. “Me encontré con Jacob”, dije, escuchando cómo contenía la respiración. “¿Ese hombre tuvo la osadía de aparecer?” dijo mi padre fríamente. “Me dijo que ordenaste que lo secuestraran”, le solté. Hubo una larga pausa. “No ordené que lo secuestraran, Nino”, dijo al final, pero su voz sonaba defensiva. “Le di dinero para que te dejara. Lo aceptó”.

 

Sentí como si mi mundo se desmoronara. “¿Qué dijiste?” “No era bueno para ti”, insistió mi padre. “Lo hice para protegerte”. “¡Destruiste todo!” grité mientras las lágrimas se acumulaban en mis ojos. “¡Me quitaste la oportunidad de ser feliz!” “Nina, hice lo que creía que era mejor”, dijo, pero ya colgué, mis manos temblando de rabia.

Mientras intentaba procesar la traición tanto de mi padre como de Jacob, saqué mi teléfono de mi bolso para llamar a Eric, y me quedé paralizada. Mi billetera había desaparecido. La realización me golpeó como un golpe. Jacob debió haberla tomado cuando dejé el bolso en el banco. Mi confianza había sido completamente destruida. ¿Era todo lo que Jacob me dijo otra mentira? ¿Cómo pude ser tan ingenua?

 

Estaba sentada en el banco, con mis sentimientos girando: dolor, rabia y un profundo sentido de traición, tanto del hombre que una vez amé como de mi propio padre. Un transeúnte se detuvo y preguntó: “¿Está todo bien?” Me forcé a sonreír, aunque parecía vacía. “Todo estará bien”, respondí, levantándome, lista para dejar el pasado atrás. Al irme, supe que no podía cambiar lo que había sucedido, pero podía decidir cómo seguir adelante. Era hora de reconstruirme y dejar las traiciones del pasado donde pertenecen: en la sombra.

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