Christian, por favor, no pares, vamos… ¡Sí, sí! Extraños suspiros y gemidos resonaron desde el baño para discapacitados momentos después de que Cazzu y Christian Nodal entraran y cerraran la puerta tras ellos. ¡Dios mío! ¿Qué está pasando aquí? Quédate hasta el final porque los detalles de lo sucedido no tienen desperdicio. Si tú también estás alucinando con lo que ha ocurrido esta nochevieja, prepárate, porque parece que el 2025 llega cargado de giros y sorpresas.
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La noche estaba en su punto más alto en el lujoso ático de Times Square. Las luces de Nueva York se extendían como un mar brillante hasta el horizonte. Pero dentro del lugar, las estrellas no eran del cielo, sino de la música, el cine y la farándula. El aire estaba cargado de música potente, risas descontroladas y el ruido constante de copas brindando al compás de un “¡Salud!”. La barra libre era una tentación constante y más de uno ya estaba a dos pasos de andar abrazando postes o declarando amor eterno a desconocidos.
En medio de este caos, Cazzu y Romeo Santos disfrutaban como nunca. Movían los pies al ritmo de la música con una sincronía que solo alguien con química real podía lograr. Pero de repente, Romeo divisó a un viejo amigo entre la multitud y, con una sonrisa de disculpa, se acercó para saludarlo. “Ahorita vuelvo, mi reina. No más no te me pierdas, ¿eh?”, le dijo antes de desaparecer entre el gentío. Cazzu asintió, pero pronto se dio cuenta de que encontrar a Romeo en esa jungla de personas sería misión imposible. Decidió seguir bailando. La música estaba tan buena que detenerse no era una opción.
Entre el vaivén de la gente y el ritmo incesante, Cazzu distinguió una cara conocida acercándose. “¡Christian!”, exclamó casi gritando para que su voz venciera el estruendo de la música. Christian Nodal, con su inconfundible estilo y sombrero, llegó tambaleándose un poco con una sonrisa amplia que revelaba lo feliz que estaba de verla. “¡Cazzu!” respondió él, levantando una copa casi vacía. Ambos rieron y pronto se encontraron conversando animadamente.
Cazzu, con un gesto juguetón, propuso: “Aquí no se escucha nada. Ven, vamos para allá”. Señaló los pasillos que llevaban a los baños. Entre risas y empujones a través de la multitud, llegaron hasta la puerta del baño para discapacitados. Entraron rápidamente, cerrando la puerta tras ellos. El ambiente cálido y desinhibido de la fiesta había creado un mundo aparte para ellos dos. La conexión entre Cazzu y Christian era evidente y electrizante. Lo que ocurrió después queda en el terreno de la imaginación, pero los gemidos y suspiros que se filtraron entre las paredes dejaron poco a la duda.
Horas después, ambos salieron del baño. Cazzu retocó rápidamente su cabello mientras Christian, con una sonrisa traviesa, ajustaba su sombrero. La fiesta seguía vibrando con la misma intensidad, pero para ellos, la noche había tomado un giro inesperado. Mientras se mezclaban de nuevo con la multitud, cada uno parecía llevar consigo el brillo de un secreto compartido.
Entretanto, Romeo Santos, preocupado por la ausencia prolongada de Cazzu, finalmente la encontró. “¿Dónde demonios estabas?” preguntó con un tono de reproche. Cazzu, sin perder su actitud desinhibida, respondió: “Aquí, disfrutando la fiesta. No hagas drama”. La tensión se disolvió rápidamente mientras Romeo negaba con la cabeza, consciente de que en una noche como esa, todo era posible.
El ático de Times Square siguió siendo el epicentro de historias inolvidables y conexiones inesperadas. La música, las luces y la euforia de la nochevieja crearon una atmósfera donde los límites se desdibujaron y cada instante quedó grabado en la memoria de los asistentes. Al final, la noche fue un recordatorio de que el inicio de un nuevo año siempre trae consigo sorpresas y momentos inolvidables.
