María Callas: La diva inmortal y el amor que marcó su vida
María Callas, conocida como La Divina, trascendió el mundo de la ópera con su voz única, su carisma desbordante y una vida llena de glamour y pasión. Nacida en Nueva York en 1923, conquistó los principales escenarios del mundo con interpretaciones inolvidables de obras como Norma y Tosca, combinando una profunda intensidad emocional con una presencia escénica incomparable.
Más allá de su arte, Callas protagonizó una de las historias de amor más apasionadas del siglo XX junto al magnate griego Aristóteles Onassis. Su relación, iniciada en 1957, estuvo marcada por la intensidad y el sacrificio. María, profundamente enamorada, llegó a descuidar su carrera para estar junto a Onassis. Sin embargo, en 1968, él la dejó para casarse con Jacqueline Kennedy, una decisión que devastó a la soprano y que muchos consideran más estratégica que sentimental.
Soprano María Callas / Foto: Malinche Art
Aunque separados públicamente, Onassis nunca dejó de buscarla, y su vínculo persistió en privado. Según allegados, Callas fue el verdadero amor de su vida, un sentimiento que ella también compartió hasta el final. La cantante de ópera —famosa, rica y adorada por su público— había dejado a su marido por Onassis, y cuando era obvio que el matrimonio de este con Jackie era un fracaso… ella lo perdonó y lo aceptó de nuevo en su vida.
Cuando Ari Onassis (así le decía ella de cariño) enfermó, la cantante iba al hospital cuando Jackie no estaba (y hasta le llevó una frazada roja de Hermès como regalo de cumpleaños, con la que el multimillonario murió arropado), para poder estar junto a Onassis hasta el último momento. Tras la muerte de Onassis en 1975, Callas vivió sus últimos años sumida en la tristeza, falleciendo en 1977 en París.
Hoy, María Callas es recordada no sólo como una leyenda de la ópera, sino como una mujer que vivió con una intensidad única, tanto en el escenario como en su vida personal. Su legado perdura como un símbolo de pasión, arte y estilo, recordándonos que las estrellas verdaderas nunca dejan de brillar.