Este desgarrador relato refleja una de las tragedias más impactantes en la historia musical de México, marcada por la violencia extrema y el vínculo forzado con el crimen organizado. La masacre de Combo Colombia en 2013 dejó una herida profunda no solo en la comunidad artística, sino en el país entero.
El grupo, originario de Monterrey, Nuevo León, había ganado popularidad con su estilo de vallenato y cumbia, conquistando escenarios y corazones con su música alegre y vibrante. Sin embargo, las circunstancias sombrías que rodearon su carrera reflejan la cruda realidad de muchas bandas que se ven atrapadas en un entorno dominado por la violencia.
Los bares y clubes donde se presentaban, como El Sabino Gordo y el California Dancing Club, no solo eran escenarios de fiesta, sino también lugares marcados por la sangre y el miedo. Estos sitios frecuentemente eran controlados por grupos delictivos, y los músicos, en busca de sustento, muchas veces no podían evitar participar en eventos organizados por criminales.
La fatídica noche del 24 de enero de 2013, Combo Colombia fue contratado para un evento privado en una finca. Lo que parecía ser una presentación más se convirtió en una pesadilla. Irrumpieron hombres armados, secuestraron a los integrantes de la banda y los llevaron a un destino desconocido. Solo uno de ellos logró escapar y guiar a las autoridades al lugar donde los cuerpos de sus compañeros fueron encontrados: un pozo de 15 metros de profundidad, convertido en su tumba colectiva.
El caso no solo expuso el riesgo constante al que están sometidos los músicos en regiones controladas por el crimen organizado, sino también la vulnerabilidad de quienes buscan triunfar en un entorno hostil. A pesar de su trágico final, la memoria de Combo Colombia vive en su música y en los corazones de quienes celebraron su talento.