Héctor “El Güero” Palma es uno de los nombres más infames en la historia del narcotráfico mexicano. Nacido en Sinaloa, México, su vida estuvo marcada por una combinación de ambición, violencia y venganza. Desde joven, se inclinó hacia el crimen y comenzó su carrera como ladrón de autos. Sin embargo, fue en el mundo del narcotráfico donde verdaderamente dejó su huella, asociándose con el Cartel de Sinaloa en la década de 1980, junto a otros pesos pesados como Joaquín “El Chapo” Guzmán y Ismael “El Mayo” Zambada.
Su ascenso en el cartel fue rápido, ganándose la confianza de los líderes del narcotráfico por su habilidad para manejar operaciones complejas y su disposición para usar la violencia para conseguir lo que quería. No obstante, su vida criminal sufrió un giro trágico cuando, tras la traición de su esposa, Guadalupe Mejía, su vida se sumió en una espiral de venganza. La mujer había huido con un traidor llamado Rafael Clavel, y meses después, “El Güero” recibió un mensaje cruel: la cabeza de su esposa, que había sido decapitada y colocada en una caja de hielo.
Este acto de traición marcó un antes y un después en la vida de Palma. Desde entonces, no solo se dedicó a buscar venganza, sino que también se convirtió en un líder aún más despiadado del Cartel de Sinaloa, ordenando ejecuciones sangrientas. La violencia se apoderó de su vida, y su nombre quedó asociado con uno de los periodos más oscuros de la historia del narcotráfico en México.
Tras ser arrestado en 1995, su legado sigue siendo debatido, con algunos viéndolo como un ejemplo de lealtad en un mundo de traiciones, mientras que otros lo recuerdan por su crueldad. Sin embargo, lo que es indiscutible es que su historia refleja las complejas y trágicas realidades del crimen organizado en México.