La historia de Cenicienta, en la que la suerte le sonríe inesperadamente a una joven humilde, no es solo un cuento infantil, sino la biografía real de Julia Roberts. Esta actriz, que alguna vez fue una chica pobre de una familia numerosa en Atlanta, encarna ese sueño americano que parece inalcanzable para muchos. “Soy apenas una actriz principiante, pero creo que nada en mi vida ha sido mejor que esto”, confesó Julia a los periodistas durante el estreno de Mujer bonita.
Sin embargo, detrás de esa sonrisa radiante, pocos imaginan que la vida de Julia no fue nada fácil. Creció en una familia que no gozaba de privilegios y estuvo marcada por las dificultades económicas. Sus padres, quienes se divorciaron cuando ella tenía apenas 4 años, no eran ricos ni unidos. Su padre, vendedor de colchones de agua y propietario de una pequeña escuela de actuación para niños, y su madre, secretaria en una iglesia, luchaban constantemente por llegar a fin de mes.
Cuando Julia tenía 13 años, empezó a trabajar en una modesta pizzería para ayudar a su familia. Después de clases, pasaba las tardes sirviendo pizzas por un salario bajo, lo que le permitió obtener su primera experiencia laboral. Para una adolescente que necesitaba desesperadamente dinero, no había muchas opciones, pero esa fue su primera incursión en el mundo del trabajo.
Aunque su sueño inicial era convertirse en veterinaria o aprender a tocar el clarinete, la vida tenía otros planes para ella. La oportunidad de transformar su destino llegó cuando, durante un viaje a Nueva York para visitar a su hermana, decidió probar suerte en una agencia local de modelos. Aunque no ofrecía grandes contratos ni portadas en revistas de lujo, la agencia le abrió las puertas al mundo de la actuación.
Su carrera comenzó con papeles pequeños, como camareras, pero Julia no se dio por vencida. Fue durante una de estas audiciones cuando un giro inesperado cambió su vida. Para un papel específico, Julia tuvo que teñirse el cabello de negro, interpretando a una mujer de origen latinoamericano. A pesar de los sacrificios, este papel significó un sueldo de 50,000 dólares, cifra que la dejó atónita. Sin embargo, las largas jornadas de trabajo en condiciones extremas la llevaron a enfermar, lo que obligó a que destinara ese dinero a su tratamiento médico.
Pero justo cuando parecía que todo iba en su contra, llegó una nueva oportunidad: Magnolias de acero. Aunque su papel era secundario, la película le valió un Globo de Oro y una nominación al Óscar. Además, la permitió compartir pantalla con Richard Gere, marcando un antes y un después en su carrera.
A partir de allí, la historia de Julia Roberts se convirtió en un verdadero cuento de hadas. Tras el éxito de Mujer bonita, no solo se convirtió en una estrella, sino en un ícono mundial, admirada por su perseverancia y sinceridad. Irónicamente, durante su juventud, Julia no era considerada atractiva por sus compañeros, quienes solían burlarse de su figura delgada, su boca grande y sus gafas. Pero 20 años después, regresó a Nueva York, esta vez como una de las actrices más exitosas de Hollywood, ganando 20 millones de dólares por su papel en Erin Brockovich.
Hoy, Julia Roberts ya no vive en un pequeño apartamento con su hermana, sino en un lujoso departamento en la Quinta Avenida. La historia de esta chica de provincias que pasó de la anonimidad a ser una de las mujeres más adoradas del planeta es la prueba de que la vida puede cambiar radicalmente si uno cree en sí mismo y no se rinde, incluso en los momentos más oscuros.
El poder del destino y un golpe de suerte pueden transformar no solo la vida de una persona, sino inspirar a toda una generación. Julia Roberts es, sin duda, la Cenicienta moderna de América, cuya historia demuestra que el esfuerzo, la determinación y la perseverancia pueden hacer que los sueños más lejanos se conviertan en realidad.