Gastón Santos, legendario torero a caballo y carismático actor, dejó una huella imborrable en el mundo del espectáculo y la tauromaquia, ganándose el título de “El John Wayne mexicano”.

Con su imponente presencia y habilidad para cautivar a las audiencias, Gastón Santos se convirtió en una figura icónica de la época dorada del cine mexicano, especialmente en el género de los westerns. Aunque su carrera cinematográfica fue relativamente corta, el impacto que dejó en el cine y la cultura popular mexicana es duradero. Su legado como actor y torero sigue siendo admirado por generaciones, a pesar de su reciente fallecimiento a principios de este año.

Nacido el 12 de julio de 1931 en la Ciudad de México, Santos tenía raíces profundas en la Huasteca Potosina, una región que fue fundamental en su vida y carrera. Su padre, Gonzalo N. Santos, fue un influyente político y revolucionario mexicano, conocido como “El Castaño”, quien fue un personaje tan destacado y enigmático que inspiró representaciones en la literatura y el cine. La madre de Gastón, Leola Torres Cabazos, provenía de Texas y tenía un linaje que unía a las comunidades mexicanas y texanas, creando una familia bien establecida y respetada.

La educación de Gastón fue privilegiada, en gran parte gracias a la influencia y recursos de su padre, quien lo envió a estudiar a la prestigiosa Academia Militar de Texas, donde recibió una formación rigurosa que le inculcó disciplina y dedicación. Sin embargo, su verdadera pasión desde joven fue el toreo, una tradición que lo llevó a viajar a Portugal para estudiar y entrenarse en el toreo a caballo, una modalidad conocida por su dificultad y elegancia. A los 23 años, el 2 de septiembre de 1954, Gastón Santos recibió la alternativa en la Plaza de Toros Campo Pequeno de Lisboa, un reconocimiento que marcó oficialmente su ingreso al toreo profesional. Su padrino en la ceremonia fue el famoso torero portugués Juan Branco Nuncio, quien desempeñó un papel fundamental en la formación de Gastón en este arte.

El amor de Santos por el toreo fue profundo y se mantuvo presente a lo largo de su vida. Incluso transmitió esta pasión a su hijo, Gastón Santos Junior, quien también siguió una carrera en el toreo, manteniendo así viva la tradición familiar. Entre sus primeras experiencias en el mundo de la tauromaquia, destaca una tarde en el rancho de Mario Moreno “Cantinflas”, donde Gastón lidió su primer toro, marcando un hito en su trayectoria taurina. La primera corrida oficial de Santos en México fue el 6 de marzo de 1955 en la Plaza México, una de las arenas más prestigiosas del país, donde mostró su habilidad y destreza como torero, ganándose rápidamente la admiración y respeto del público mexicano.

La popularidad de Gastón Santos en el ruedo y su físico imponente captaron la atención del productor Alfredo Ripstein, quien vio en él el potencial de ser una estrella de cine. En un inicio, Santos se mostró reticente a incursionar en el mundo cinematográfico, pues consideraba que su verdadera vocación era el toreo. Sin embargo, la persistencia de Ripstein y la oportunidad de proyectar su imagen a un público más amplio eventualmente lo convencieron. Así, a finales de la década de 1950, Santos hizo su debut en la pantalla grande con la película El Pantano de las Ánimas (1957), dirigida por Rafael Baledón. En esta cinta, interpretó a un investigador intrépido que se enfrenta a fenómenos sobrenaturales en un pantano legendario. Acompañado de su fiel caballo, Rayo de Plata, y su compañero cómico, Espergenio, el personaje de Santos encarnaba al héroe valiente y justo, enfrentando el mal con inteligencia y valentía.

El éxito de El Pantano de las Ánimas lo consolidó como una figura destacada en el cine mexicano, y su interpretación del héroe mexicano le ganó el cariño del público. Continuó actuando en películas como La Flecha Envenenada (1957) y El Potro Salvaje (1958), donde demostró su destreza física realizando muchas de sus propias acrobacias y escenas de acción. Estas películas no solo reforzaron su imagen de héroe nacional, sino que también establecieron el vínculo especial entre Santos y su caballo, convirtiendo a Rayo de Plata en un símbolo inseparable de su personaje en pantalla.

Además de los westerns, Santos experimentó con otros géneros, como el horror, participando en películas como Misterios de Ultratumba (1959), dirigida por Fernando Méndez. Sin embargo, su papel en las cintas de acción y aventura siempre fue el más destacado, representando a un héroe que defendía la justicia en un México rural y, en ocasiones, místico.

A pesar de no tener la misma formación actoral que figuras como Pedro Infante o Jorge Negrete, Gastón Santos supo ganarse su lugar en el cine, gracias a su carisma y a su presencia física, que lo convirtieron en el actor ideal para los papeles de vaquero y defensor de la justicia. En 1960, compartió créditos con reconocidos actores como Mauricio Garcés y Jaime Fernández en la película Una Bala es mi Testigo, consolidando aún más su estatus como una de las estrellas del cine de la época.

Después de cumplir su contrato cinematográfico, Gastón decidió alejarse del cine para dedicarse por completo a la tauromaquia, su verdadera pasión. En 1974, participó en la Feria de San Marcos en Aguascalientes, en lo que sería una de sus últimas apariciones en el ruedo, después de haber realizado más de 1,300 corridas a lo largo de su carrera. Posteriormente, se retiró de la tauromaquia y dedicó su tiempo a la cría y entrenamiento de caballos lusitanos en su rancho La Jarrilla, en San Luis Potosí, un legado que continúa su hijo Gastón Santos Ward, quien ha seguido los pasos de su padre en la ganadería y la crianza de estos majestuosos animales.

En sus últimos años, Gastón Santos enfrentó algunas dificultades personales. En 2016, fue acusado de disparar contra un abogado durante una discusión sobre una deuda, lo que lo llevó a enfrentar un proceso judicial. A pesar de este incidente, su legado como torero y estrella de cine permanece intacto en la memoria de sus seguidores. En la década de 1970, Gastón mantuvo una relación sentimental con la actriz Emily Cranz, aunque finalmente se casó con Cynthia Wards, con quien tuvo a su hijo, Gastón Santos Ward.

El reciente fallecimiento de Gastón Santos marca el fin de una era para la cultura mexicana. A los 92 años, Santos dejó un vacío en el mundo del toreo, la ganadería y el cine, y su contribución a la cultura popular sigue siendo recordada con cariño y respeto. Gastón Santos Ward, su hijo, compartió un emotivo tributo tras su fallecimiento, destacando el espíritu aventurero y apasionado de su padre. En su mensaje, Ward resaltó las lecciones de vida que su padre le enseñó: vivir intensamente, mantenerse fiel a sus ideales y nunca rendirse. Aunque físicamente ya no está presente, el legado de Gastón Santos continúa en la cultura mexicana, en la tauromaquia y en el cine. Su vida y obra han dejado una huella que sigue viva en la memoria de México y en el corazón de sus admiradores.