Anatoly, un conductor de autobús, había estado enfrentando tiempos difíciles últimamente. La cantidad de pasajeros que tomaban su autobús se había reducido considerablemente, lo que afectaba negativamente sus ingresos. Su salario también había disminuido, y la presión financiera comenzaba a pesar sobre sus hombros. A pesar de todo esto, intentaba seguir con su rutina diaria, realizando su ruta habitual entre los pueblos, y se esforzaba por no pensar demasiado en los problemas económicos que lo rodeaban.
Un día, mientras realizaba su ruta, ocurrió algo que cambiaría su vida para siempre. Una anciana, que aparentemente no tenía a nadie más, subió al autobús. Era una mujer mayor, frágil y con aspecto cansado. Anatoly, sintiéndose de mal humor por las tensiones financieras, tuvo una reacción impulsiva que no pudo controlar. Al ver que la anciana no podía encontrar un asiento libre, y molesto por la falta de pasajeros, la empujó fuera del autobús, dejándola en la fría calle. La mujer, sorprendida y aterrada, cayó al suelo y vio cómo el autobús arrancaba, llevándose a Anatoly lejos, sin importarle en lo más mínimo lo que había hecho.
Lo que Anatoly no sabía era que esa acción sería el principio de un giro devastador en su vida. Un año después de aquel incidente, algo terrible ocurrió. Anatoly comenzó a recibir noticias extrañas de la gente del pueblo. Se decía que la mujer a la que había echado del autobús era en realidad una figura mística, con la capacidad de castigar a quienes la trataban mal. Nadie lo había advertido en su momento, pero ahora se decía que había una maldición sobre él.
Su vida comenzó a desmoronarse: perdió aún más clientes, su situación financiera empeoró y, por si fuera poco, comenzó a experimentar extraños eventos que parecían relacionados con aquel día fatídico. Anatoly se dio cuenta de que su destino había cambiado, y que la culpa por su acto irracional lo perseguiría durante mucho tiempo. Lo que parecía ser una pequeña rabieta de un hombre cansado, resultó ser una lección terrible sobre el karma y la compasión.