Cristian, abrumado por el dolor y el remordimiento, se encontraba al borde de un abismo emocional. Su mundo se había desmoronado de manera implacable, y todo aquello que alguna vez valoró parecía haberse esfumado en un abrir y cerrar de ojos. Primero, Ángela lo dejó, incapaz de seguir soportando las tensiones que plagaban su relación. Luego, la visita inesperada de Cazzu trajo consigo una revelación devastadora: no volvería a ver a su hija Inti.

El impacto de las palabras de Cazzu lo dejó paralizado, y su furia rápidamente se convirtió en desesperación. No podía concebir la idea de perder a su hija, a quien tanto amaba, y trató de aferrarse a cualquier argumento que pudiera cambiar la decisión de Cazzu. Pero ella, serena y firme, no cedió. Decidió proteger a su hija de un entorno que, según ella, no era saludable, y sin importar cuánto Cristian suplicara, nada cambiaría su resolución.

A medida que Cazzu se alejaba, Cristian sintió cómo el vacío en su corazón se hacía más profundo. La casa, que una vez estuvo llena de risas y momentos compartidos, ahora se sentía vacía y silenciosa, como un reflejo de su propio estado emocional. Mientras se duchaba, tratando de calmar la tormenta que lo consumía, no pudo evitar que su mente se inundara de pensamientos oscuros.

La tentación de beber, de ahogar su dolor en alcohol, era casi insoportable. Pero él sabía que eso no resolvería nada. También consideró otras distracciones, como la compañía temporal de mujeres, pero se dio cuenta de que ninguna de esas soluciones pasajeras llenaría el vacío que sentía. Entonces, un pensamiento más sombrío lo invadió: ¿y si simplemente lo dejara todo atrás? ¿Y si terminara con su sufrimiento de una vez por todas?

Cristian, al borde de la desesperación, luchaba internamente por encontrar una razón para seguir adelante. El eco de las palabras de Cazzu y la sensación de haber perdido a su hija pesaban sobre él como una losa. Pero, en medio de esa oscuridad, todavía quedaba una pequeña chispa de esperanza. Sabía que si sucumbía a esos pensamientos oscuros, perdería la oportunidad de redimirse y recuperar todo lo que había perdido.

Cristian entendía que el camino hacia la redención sería largo y difícil. Tendría que demostrar, no solo a Cazzu, sino también a sí mismo, que era capaz de cambiar. Y aunque en ese momento el dolor parecía insuperable, sabía que no podía rendirse. Había demasiado en juego.