15 de junio de 1977: España celebra sus primeras elecciones desde 1936 y Julio Iglesias ha sido invitado a un programa de televisión para tranquilizar a los votantes y fomentar la cohesión. ¿Y quién mejor para hacerlo que el hombre que habla por igual a jóvenes y mayores? “No pensarás que estoy a punto de hacer un discurso político ahora, ¿verdad?”, dice, con unas gafas de pasta de los años 70. “Hoy ha sido un día de unidad. Todo el mundo ha votado por sus ideales. Esperemos que a través de esos ideales todos los españoles salgamos ganadores”. Luego canta una canción escrita por Ramón Arcusa del Dúo Dinámico. La canción no era originalmente para él, pero luego Arcusa llegó a creer que era el único que podía cantarla. Y, así, Iglesias se encontró cantando una letra que clavaba la esencia de su atractivo enigmático: Soy un truhán, soy un señor . Soy un caballero.

La directora francesa Anne-Solen Douguet ha repasado los archivos que se han ido recopilando sobre el cantante en España, Francia, Italia, Estados Unidos y otros países en los que ha triunfado . El resultado es el documental Julio Iglesias, vida y obra , de Arte.tv. Se trata de un retrato del artista español de mayor éxito en el mundo. Un seductor que se ha dedicado a la conquista en todos los sentidos. “Creo que es un hombre con un gran sentido de la sociedad”, explica Douguet a EL PAÍS. “Pero sobre todo con un gran atractivo para los que están en el poder. Siempre ha sabido mantener la neutralidad política, hablar con todo el mundo. Eso es lo que le convierte en un diplomático”.

El despegue de su carrera, en la España del 68, no fue, sin embargo, tan neutro. Su padre, Julio Iglesias Puga, un ginecólogo respetado en los círculos franquistas, intervino en su favor para conseguirle un hueco en el Festival de Benidorm, donde un tímido Julio de 25 años tuvo que salir de su caparazón y cantar la única canción que había escrito él mismo, La vida sigue igual . Fue una canción que escribió durante los dos años que estuvo convaleciente de un accidente que acabó con su sueño de ser futbolista profesional del Real Madrid. En aquel momento, Iglesias planeaba estudiar Derecho y seguir la carrera diplomática. Aunque esto nunca sucedió, sí se convirtió en el mejor relacionista público de España.