Carlos Santana, un nombre que resuena en la historia de la música, ha sido un faro de innovación y pasión a lo largo de más de medio siglo.

Su habilidad para fusionar el rock con ritmos latinos revolucionó el género, creando un sonido único que sigue cautivando a generaciones. Detrás de este éxito, Santana ha enfrentado desafíos personales y profesionales que marcaron profundamente su vida, desde una niñez turbulenta hasta batallas de salud en sus últimos años. A sus casi 80 años, este legendario guitarrista reflexiona sobre su vida y su carrera, mientras se adentra en un nuevo capítulo, combinando su legado artístico con su búsqueda espiritual y personal.

Carlos Humberto Santana Barragán nació el 20 de julio de 1947 en Autlán de Navarro, Jalisco, México. Creció en una familia modesta y comenzó su incursión en la música gracias a su padre, un músico de mariachi, quien lo inspiró y le enseñó a tocar el violín a los cinco años y la guitarra a los ocho. Desde temprana edad, Carlos demostró un talento natural para la música. Con el tiempo, su hermano menor, Jorge, también se convertiría en guitarrista, influenciado por la fuerte presencia musical en el hogar de los Santana. La familia experimentó constantes mudanzas en la niñez de Carlos; de Autlán se trasladaron a Tijuana, en la frontera con Estados Unidos, donde el joven Santana tuvo sus primeras experiencias como músico en escenarios locales. Esta ciudad fronteriza sería fundamental en su formación, pues allí tuvo la oportunidad de conocer una variedad de géneros y estilos musicales que marcarían su carrera.

A los doce años, Carlos conoció a Javier Bátiz, líder de la banda Los TJs, quien se convertiría en una de sus primeras influencias. Bajo la guía de Bátiz, Santana se sumergió en el mundo del blues, escuchando a leyendas como T-Bone Walker, Muddy Waters, y B.B. King. Santana encontró en estos sonidos una resonancia especial, una mezcla de emoción cruda y profundidad que moldeó su estilo de tocar la guitarra. Este temprano encuentro con el blues se convertiría en uno de los pilares de su identidad musical, acompañándolo a lo largo de su carrera.

A finales de los años sesenta, la familia de Santana se trasladó a San Francisco, Estados Unidos, en busca de nuevas oportunidades. Aunque esta mudanza significaba una oportunidad de crecimiento, para Carlos fue un cambio traumático, pues sentía que perdía sus raíces mexicanas. Años más tarde, al reflexionar sobre este periodo, Santana confesó a la revista Rolling Stone que se sintió fuera de lugar, resentido e incluso enojado. No obstante, canalizó esta frustración en su música, lo que le permitió encontrar su camino y ganar reconocimiento en la vibrante escena musical de San Francisco, una ciudad conocida por su rica cultura musical y por ser un centro para el movimiento contracultural de los años sesenta.

Fue en 1966 cuando fundó la banda Santana Blues Band, que rápidamente empezó a ganar seguidores locales. En 1968, el grupo comenzó a incorporar elementos de jazz, rock y ritmos latinos, creando una fusión única y revolucionaria en ese entonces. Santana describió este periodo como una “universidad musical”, donde descubrió y se inspiró en músicos como Jimi Hendrix, Sly Stone y Miles Davis. Las influencias de estos gigantes de la música no solo ampliaron su visión, sino que también lo motivaron a desarrollar su estilo característico, un sonido que mezcla la intensidad del rock con la complejidad del jazz y la sensualidad de los ritmos latinos.

El gran salto a la fama de Santana llegó en 1969, cuando él y su banda fueron invitados al legendario festival de Woodstock. La electrizante actuación de Santana, que incluyó una interpretación frenética de “Soul Sacrifice”, dejó una impresión duradera en el público y catapultó a la banda a la fama. Un año después, el álbum Abraxas, que incluye éxitos como “Black Magic Woman” y “Oye Cómo Va”, consolidó su lugar como una de las figuras más destacadas de la música. Este álbum no solo alcanzó el número uno en las listas, sino que también fue una de las primeras producciones en popularizar la mezcla de rock y ritmos latinos en la industria musical.

Sin embargo, la fama y el éxito también trajeron consigo conflictos internos y presiones que empezaron a pesar sobre Santana. En 1972, en busca de un propósito más allá de la música, Santana se unió al gurú espiritual Sri Chinmoy, quien se convertiría en una influencia significativa en su vida durante los años siguientes. Bajo la guía de Chinmoy, Santana adoptó un estilo de vida más austero y reflexivo, y comenzó a ver la música como una extensión de su búsqueda espiritual. Durante este periodo, el guitarrista renunció a varios placeres materiales y profundizó en la meditación y el autoconocimiento. Sin embargo, años después, Santana comenzó a cuestionar las enseñanzas de Chinmoy, lo que lo llevó a distanciarse de él, aunque mantuvo una conexión con la espiritualidad y los principios que había aprendido.

A pesar de los éxitos continuos, la década de los 90 trajo consigo una nueva serie de desafíos para Santana. Tras varios álbumes que no lograron el éxito esperado, se enfrentó al reto de redefinir su carrera. Fue en 1999, con el lanzamiento del álbum Supernatural, que Santana vivió uno de los momentos más grandes de su trayectoria. Este álbum, que incluyó colaboraciones con artistas como Rob Thomas y Wyclef Jean, no solo revitalizó su carrera, sino que también ganó nueve premios Grammy. El éxito de canciones como “Smooth” y “Maria Maria” demostró que Santana seguía siendo relevante y que su música tenía un atractivo intergeneracional.

A pesar de su éxito en el ámbito profesional, la vida personal de Santana estuvo llena de altibajos. Su matrimonio de más de tres décadas con Deborah King, quien también era su manager, llegó a su fin en 2007. King había sido un pilar fundamental en su vida, tanto a nivel personal como profesional, ayudándolo a sobrellevar las dificultades y apoyándolo en momentos clave. La ruptura fue devastadora para Santana, quien admitió haber pasado por un periodo oscuro, en el que incluso llegó a considerar terminar con su vida. Finalmente, su espiritualidad y el apoyo de amigos cercanos lo ayudaron a superar esta crisis. Años después, encontró el amor de nuevo en Cindy Blackman, una talentosa baterista de jazz con quien se casó en 2010. Santana describe a Blackman como su “reina” y ha expresado públicamente su gratitud por tener una compañera con quien compartir no solo su pasión por la música, sino también su vida.

En los últimos años, Santana ha enfrentado serios problemas de salud que han limitado su capacidad para presentarse en escenarios. En 2021, se sometió a una cirugía cardíaca y en 2022 sufrió un colapso en el escenario debido a agotamiento y deshidratación. Estos eventos generaron preocupación entre sus fanáticos, quienes se han mantenido atentos a su recuperación. Sin embargo, a pesar de estos desafíos, Santana sigue mostrando un espíritu inquebrantable y ha expresado su deseo de continuar tocando música mientras su salud se lo permita. Para él, la música no es solo un oficio, sino una forma de conexión espiritual, un medio para transmitir amor y esperanza a su audiencia.

A medida que se acerca a los 80 años, Santana reflexiona sobre su vida con humildad y gratitud. Ha aprendido a perdonar y a dejar ir las heridas del pasado, algo que considera un acto liberador. Con el tiempo, ha llegado a comprender que, al perdonar, se libera de las cadenas del resentimiento y puede avanzar con un corazón más ligero. Santana ha afirmado que su propósito es ofrecer consuelo y aliento a través de su música, y que cada presentación es una oportunidad para abrazar a su audiencia y validar su existencia.

Carlos Santana, a lo largo de su vida, ha sido un símbolo de perseverancia, superando traumas, pérdidas y momentos difíciles. Su legado es un testamento a su capacidad para reinventarse y adaptarse, manteniendo siempre una conexión profunda con sus raíces y su espiritualidad. Santana no solo es un ícono musical, sino un ejemplo de resiliencia y de cómo el arte puede ser un vehículo de sanación y transformación. Mientras sigue adelante, su historia continúa inspirando a quienes ven en él no solo a un talentoso guitarrista, sino a un hombre que, a pesar de los desafíos, ha sabido encontrar paz y propósito en cada nota que toca.