A sus 97 años, María Victoria se ha convertido en un ícono indiscutible de la época dorada del cine mexicano. Reconocida no solo por su inigualable habilidad actoral, sino también por su estilo de canto distintivo y sus fabulosos vestidos de sirena, ha labrado un lugar destacado en la cultura mexicana. Sin embargo, su vida ha estado marcada por desafíos que pocos conocen.

Nacida el 26 de febrero de 1927 en Guadalajara, Jalisco, María Victoria fue la menor de seis hermanos en una familia marcada por la creatividad y la agitación. Su padre, un sastre talentoso, y su madre, una mujer dedicada al hogar, proporcionaron un entorno donde la lucha por la estabilidad era constante. La educación formal de María fue limitada; solo completó un año de primaria, lo que no impidió que su talento brillara desde temprana edad.

Su carrera artística comenzó en los teatros de carpa, donde su voz cautivó a los públicos. Aunque inicialmente su deseo era ser costurera, el destino le tenía reservado un camino diferente. A los 17 años, logró abrirse paso en el mundo del cabaret, donde su carisma y talento comenzaron a destacar, aunque enfrentó el desafío de ser considerada demasiado joven y a menudo excluida de los horarios de presentación.

La carrera de María Victoria despegó cuando se unió a W Radio y cambió su nombre artístico a “Toya Gutiérrez.” Su primer gran éxito llegó en el cabaret Patio, donde su presencia y estilo cautivaron a artistas de renombre como Agustín Lara y Tin Tan. Sin embargo, la vida no siempre fue fácil; a pesar de su éxito, su familia luchaba económicamente, y a menudo, su salario no cubría las necesidades básicas.

El camino hacia la fama no estuvo exento de dificultades. En 1958, el Teatro Salón Margo, donde había trabajado durante años, fue demolido, un evento que conmocionó al mundo del entretenimiento. La controversia en torno a su estilo provocativo y los vestidos ajustados que usaba atrajeron críticas de grupos conservadores, pero María Victoria, en lugar de rendirse, se convirtió en una pionera de la moda, desafiando las normas sociales de la época.

Durante la década de 1960, María Victoria se aventuró en la televisión, donde encontró un nuevo hogar en la serie “La criada bien criada.” Su interpretación de Inocencia la catapultó a la fama y consolidó su estatus como una figura emblemática de la cultura mexicana. A lo largo de su carrera, logró un equilibrio entre su vida personal y profesional, convirtiéndose en madre y enfrentando las críticas hacia su estilo de vida artístico.

Hoy, a sus 97 años, María Victoria es recordada no solo como una actriz talentosa, sino también como un símbolo de resiliencia y valentía en un mundo que a menudo ha sido hostil hacia las mujeres que se atreven a ser diferentes. Su legado perdura, un recordatorio de que el arte y la cultura son el reflejo de la vida misma: llena de altibajos, pero siempre con la promesa de renacer.

María Victoria, una de las figuras más queridas del cine y la televisión mexicana, ha dejado una huella imborrable en la industria del entretenimiento. Con una carrera que abarcó más de siete décadas, su viaje comenzó en el periodo dorado del cine mexicano, donde destacó en películas como Granujas Diciembres y Bienvenida María. Su talento le valió numerosos reconocimientos, incluido el premio Diosa de Plata como mejor actriz de comedia en 1981.

A lo largo de los años, María Victoria no solo brilló en el cine, sino que también conquistó el corazón del público en la televisión, recordada por su icónico personaje de Inocencia en La Criada Bien Criada. Su presencia en programas como La Hora Pico y Mujer, Casos de la Vida Real reafirmó su estatus como una leyenda viva.

Su amor y devoción a la Virgen de Guadalupe fueron constantes a lo largo de su vida. Durante más de 70 años, interpretó Las Mañanitas en Televisa, convirtiéndose en el rostro emblemático de esta tradición mexicana. A pesar de su retirada, su influencia se mantuvo vigente, y su conexión con la fe se destacó en entrevistas donde reveló sus rituales nocturnos de oración.

El tributo especial que Televisa le rindió el año pasado, incluyendo un emotivo mensaje desde su hogar, evidenció el cariño que el público le profesa. María Victoria, quien a sus 97 años se ha alejado del centro de atención, sigue siendo un símbolo de resiliencia y talento. Su legado perdura, inspirando a nuevas generaciones y recordándonos la belleza efímera de la vida y la importancia de celebrar a aquellos que nos han hecho reír y soñar.