Carlos Reinoso: El Pinche Chileno Loco Que Levantó a los Pollos del América y Sobrevivió al Desmadre de su Vida
Órale, si piensas que el fútbol mexicano nomás es un montón de weyes corriendo como locos, pateando mal y luego a dormir, déjame contarte del viejo Carlos Reinoso – un ruco de 79 años que hasta hoy hace que los fans chillen como si les dieran un toque eléctrico. Este cuate no nomás es leyenda del Club América, es el símbolo puro de “si la vida no te da, pues chíngatelo tú”. Desde que agarró a los “Águilas” (esas águilas gringas que suenan chingonas pero estaban bien débiles) y los hizo una potencia, hasta que se la pasó peleando con la coca, los dramas de amor y los pinches reporteros metiches – Reinoso es la prueba viva de que te puedes caer, pero te levantas como para que todo el mundo te pele los ojos.
Llegó de Chile y Les Dio una Cachetada a los Pollos del América
En los setenta, el Club América era un equipucho de perdedores marca diablo – jugaban bien pendejo, los fans estaban hasta la madre de aburridos, de esos equipos que pierden y seguro se van a comer tacos para no llorar. Y entonces llegó Carlos Reinoso, el chileno cara dura, como un madrazo en la jeta de ese equipo que estaba roncando. No nomás trajo talento, sino una mente estratégica que dejó a todos con la boca abierta. Con la ayuda de Antonio Roca – un entrenador que sí le atinaba al clavo – Reinoso convirtió a esos “águilas con las alas rotas” en una máquina de ataque de verdad.
No creas que nomás sabía patear el balón, este wey era de los que salían al campo como si quisiera comerse crudos a los rivales. Sus pases eran filosos como navaja, su visión parecía que traía radar, y su actitud era puro “no me hagas enojar porque te parto todo”. En 1971, llevó al América a ganar la Liga MX, poniendo punto final a esa época de vergüenza del equipo. Los fans lo amaban como locos, le decían “El Gran Capitán” – suena bien chingón, pero es que era cierto, porque Reinoso no nomás jugaba, vivía y moría por el balón.
¿Y qué tiene de chido Reinoso? Que no nomás jugaba bien, sino que cambió cómo veían a los extranjeros en México. Antes de él, los gringos y otros foráneos eran puro mercenario, venían por lana y se pelaban. Pero Reinoso no – este cuate quería al equipo como si fuera su vieja, se entregaba al cien, y puso a toda la afición mexicana a sus pies, diciéndole “papá”. El colmo fue que, después de colgar los tacos, regresó como técnico del América y siguió dejando huella. En pocas palabras, Reinoso no era un jugador, ¡era un pinche fenómeno!
De Jugador Chingón a Técnico Duro como Acero
Cuando dejó de jugar, Reinoso no se quedó sentadito para que el mundo se olvidara de él. Se lanzó de técnico, ¡y qué bárbaro, lo hizo de huevos! En los ochenta, agarró equipos mediocres como el Tampico Madero – un equipo que antes nomás sus mamás conocían. Pero con él, los “Jaiva Brava” (qué nombre tan de risa) llegaron a la final del Prode 85, haciendo que los grandes de la Liga MX se pusieran pálidos. ¿El secreto? Sabía cómo hacer que esos jugadores de pueblo se volvieran guerreros, más una cabeza táctica tan afilada que los contrarios nomás podían llorar.
Y no paró ahí, también dirigió al León y al San Luis – equipos que no eran moco de pavo – y siguió dejando marca. Reinoso no nomás era técnico, era un psicólogo de la fregada, sabía darles una patada en el culo y luego un abrazo para que le hicieran caso como borregos. Si él se metía a algo, no había medias tintas – sus equipos tenían que jugar ofensivo, bonito, o si no, ni esperaran que se quedara callado. Lo que logró con Tampico Madero todavía lo cuentan como hazaña, tipo “no mames, no te la crees, pero sí lo hice”.
Veracruz: El Loco Que Resucitó a los Tiburones Rojos
Entre 2015 y 2017, Reinoso volvió a armar desmadre cuando tomó las riendas del Veracruz – un equipo que en ese entonces era puro tiradero, desde la cancha hasta las oficinas, todo estaba patas pa’ arriba. Pero llegó este cuate, les dio un levantón de ánimo, y llevó a los “Tiburones Rojos” (qué chido suena, ¿no?) a las liguillas y hasta se chingó la Copa Milo – parece poca cosa, pero para ese equipo fue como tocar el cielo. Los fans de Veracruz lo querían hasta morirse, porque antes nomás perdían y maldecían la vida, y ahora tenían algo de qué presumir.
Reinoso en Veracruz no nomás era técnico, era un héroe cabrón. En medio de ese desmadre de dinero y administración, mantuvo al equipo en pie, enseñándoles a jugar por honor, por el escudo en la camiseta. Hasta sacó a relucir a unos morrillos que después se volvieron estrellas en la Liga MX. En resumen, sin Reinoso, el Veracruz seguiría pudriéndose en el fondo, pero gracias a él, vivieron unos años como reyes.
La Coca y la Batalla de su Vida
Pero no todo en la vida de Reinoso fue color de rosa, ¿eh? Este wey se metió de cabeza en la cocaína, y no eran jueguitos – se echaba 20 rayas al día, de esas que te hacen temblar el corazón solo de oírlas. Todo empezó cuando era técnico del Tigres UANL (1989-1992), con la presión del trabajo, los reporteros metiches y la soledad que lo traía de bajón, cayó en ese hoyo oscuro. Pensó que podía controlarlo, pero no mames, la coca casi lo convierte en un adicto de a de veras, arruinándole la salud y el nombre.
Por suerte, tuvo familia y compas – sobre todo un cuate, Juan Antonio Hernández – que lo jalaron pa’ atrás. El momento clave fue cuando fue a un sermón, con los bolsillos llenos de coca, y le pegó tan duro la culpa que llegando a su casa tiró todo al excusado. De ahí se metió a rehab, peleó consigo mismo como hombre, y salió del hoyo. Después contó esa onda no pa’ fardar, sino pa’ advertir: “No sean pendejos y lo prueben, yo casi me muero”. Esa sinceridad lo hace más chingón – no nomás es leyenda en la cancha, sino un cabrón que se levantó después de darse en la madre.
Drama de Amores con Lupita D’Alessio y Verónica Castro
Si la vida de Reinoso no tuviera drama, no sería Reinoso. Este cuate se metió en un romance escandaloso con Lupita D’Alessio – la cantante más chida de México en los ochenta. Se conocieron cuando los dos estaban hechos mierda: Lupita a punto de divorciarse, y Reinoso también en su desmadre personal. La química explotó, se amaron como locos, pusieron a la prensa a hervir, los fans gritaban, las familias les decían “no”, pero les valió madre, siguieron juntos.
Y eso no es todo, antes de Lupita, Reinoso ya había andado con Verónica Castro – la estrella más pesada de la tele. Cuando se fue con Lupita, Verónica se puso bien ardida, y ese triángulo amoroso se volvió un culebrón sin guion. Los periódicos se la pasaban felices, sacando notas como “¿A quién quiere Reinoso?”, “¿Lupita contra Verónica?”, hasta que los tres se hartaron. Al final, Reinoso y Lupita se separaron, pero ese cotorreo amoroso se quedó grabado pa’ siempre en los fans del chisme.
Final: El Loco que Nunca Muere
¿Quién es Carlos Reinoso? El chileno que llegó a México y levantó al América de la mierda pa’ hacerlo leyenda. El técnico que sacó a equipos chafa pa’ ponerlos en lo más alto. El adicto que casi se mata con coca pero se paró como héroe. El wey que amó como loco, vivió a tope, y le valió madre lo que dijeran los demás. A sus 79, sigue siendo el ícono de la pasión, la fuerza y el “mi vida la vivo yo, tú no te metas”. Reinoso no nomás jugó fútbol, jugó con la vida – ¡y qué chingón lo hizo!