7 sorprendentes datos sobre la vida y los 70 años del reinado de Isabel II  - BBC News Mundo

La reciente muerte de la Reina Isabel II a los 96 años marca un hito en la historia de la monarquía británica, pues ahora su hijo, Carlos de Gales, será el nuevo rey del Reino Unido. Con su coronación como Carlos III, el país entra en una nueva era. Pero, ¿cómo fue la relación entre madre e hijo a lo largo de los años? A pesar del respeto mutuo, su relación estuvo marcada por una serie de dificultades emocionales, personales y profesionales que reflejan la vida bajo el peso de la corona.

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Carlos Philip Arthur George nació el 14 de noviembre de 1948 en el Palacio de Buckingham, como hijo primogénito del Duque Felipe de Edimburgo y de Isabel, quien en ese entonces aún era princesa. Desde muy temprana edad, las responsabilidades de su madre como soberana le impidieron brindarle el tiempo y la cercanía que un niño necesitaba.

Durante su infancia, Carlos fue criado principalmente por institutrices y, en ocasiones, pasó largas temporadas sin la compañía de sus padres. En un evento simbólico de la relación distante entre madre e hijo, se cuenta que cuando Carlos regresó de su primera travesía, tras seis meses sin ver a su madre, intentó salir corriendo para saludarla, pero la reina lo detuvo con un gesto seco, indicándole que esperara su turno.

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Una de las grandes frustraciones de Carlos fue la falta de apoyo emocional durante su infancia y adolescencia. Los primeros ocho años de su vida solo contó con la presencia de sus padres en dos de sus cumpleaños. En 1957, cuando fue internado por una amigdalectomía y contrajo gripe asiática, sus padres no lo visitaron, pues estaban de gira en Ghana, y lo único que le enviaron fue una carta. Además, su trato hacia su madre era protocolario, siempre refiriéndose a ella como “Su Majestad”.

Otro aspecto que tensionó aún más la relación entre Carlos y su padre fue la falta de habilidades deportivas de Carlos, algo que en ese entonces era considerado un símbolo de virilidad. Mientras su padre fomentaba la dureza y el sarcasmo, Carlos prefería la lectura, la poesía y el teatro, lo que no fue bien recibido por el Duque de Edimburgo.

PRINCIPE CARLOS

La relación con su madre también fue compleja durante su adolescencia. Isabel envió a Carlos a Gordonstoun, un estricto internado donde experimentó bullying y aislamiento, lo que le dejó secuelas emocionales profundas. Su madre nunca intervino, y Carlos se sintió abandonado. Fue allí cuando el joven príncipe empezó a escribir cartas semanales a su familia, pero la respuesta fue mínima.

A lo largo de los años, el distanciamiento emocional se profundizó. La reina Isabel II apoyó el matrimonio de Carlos con Lady Diana Spencer en 1981, aunque era consciente de los sentimientos no resueltos de su hijo hacia Camila Parker Bowles. Durante el turbulento matrimonio entre Carlos y Diana, la reina nunca intervino directamente, pero la relación entre madre e hijo se vio aún más afectada por los escándalos. Cuando finalmente, en 1996, Carlos y Diana anunciaron su divorcio, la reina se mostró distante y desaprobatoria, y no apoyó la relación de su hijo con Camila durante años.

Carlos de Gales es el nuevo rey de Inglaterra, tras la muerte de Isabel II

El distanciamiento fue aún más evidente en los eventos familiares importantes. En 2005, cuando Carlos finalmente se casó con Camila, la reina Isabel no asistió a la ceremonia. Fue solo después de varios años que la relación entre la Reina y su nuera comenzó a mejorar, protagonizando juntas su primer acto público.

El peso de ser el hijo mayor de la Reina Isabel y el heredero al trono fue, para Carlos, una carga emocional constante. En una entrevista en 2004, él mismo expresó el dolor que le había supuesto toda su vida: “Nadie sabe lo infernal que es ser el príncipe de Gales”.

Los cambios de la coronación de Isabel II a la de Carlos III

Ahora, con la coronación de Carlos III, es inevitable preguntarse cómo este pasado tan complejo y lleno de tensiones influirá en su reinado. La historia entre madre e hijo, marcada por el deber, el protocolo y la distancia, ha dejado huella en el nuevo monarca, quien hoy asume la corona con un legado complicado y una familia real con más de una herida por sanar.