Sara García, una de las más grandes actrices de la Época de Oro del cine mexicano, ha dejado una huella imborrable en la historia del entretenimiento en México.

Conocida como la “Abuelita del Cine Mexicano,” Sara no solo brilló en el cine, sino también en la radio, la televisión y el teatro. Su carrera la llevó a trabajar en innumerables producciones y su talento la convirtió en una de las figuras más queridas y recordadas. En pantalla, Sara representaba a menudo papeles de madres o abuelas, llenas de ternura y sabiduría, y es conocida por sus inolvidables colaboraciones con actores como Joaquín Pardavé, Fernando Soler, y especialmente Pedro Infante, quien siempre estuvo agradecido con ella por su apoyo y consejos.

Sara García nació el 8 de septiembre de 1895 en Veracruz, en el seno de una familia de inmigrantes españoles. Sus padres, Isidoro García, arquitecto, y Felipa Hidalgo, enfrentaron una vida llena de desafíos. Sara fue la única sobreviviente de los diez hijos que su madre trajo al mundo. Desde joven, su vida estuvo marcada por la tragedia. Cuando su familia se mudó a Monterrey, su padre estableció una fábrica de papel maché, pero en el año 1900 la ciudad sufrió una devastadora inundación y el río Santa Catarina se desbordó, aislando a la pequeña Sara en su escuela primaria. Aunque fue rescatada, la experiencia dejó una marca en su familia. Poco después, su padre sufrió una embolia mientras trabajaba en la restauración de la catedral de Monterrey. Ante la falta de recuperación, la familia se mudó a la Ciudad de México con la esperanza de encontrar mejor atención médica para él.

Tras la muerte de su padre, y más tarde de su madre a causa de una epidemia de tifus, Sara quedó huérfana a una edad temprana. Sin embargo, fue acogida por el Colegio de las Vizcaínas, donde comenzó a estudiar y formarse. Allí encontró consuelo en la compañía de Rosario González Cuenca, a quien consideró como una hermana. En el colegio, Sara desarrolló un interés por la enseñanza y la educación, y pronto se convirtió en suplente del profesor de dibujo. A lo largo de su tiempo en el colegio, continuó enseñando para sustentarse.

Su carrera en la actuación comenzó casi por casualidad cuando, un día, paseando por el centro de la Ciudad de México, se topó con los estudios de Azteca Films en la esquina de Juárez y Balderas. Al observar el ambiente y las personas trabajando, quedó fascinada. Fue el actor y director Joaquín Coss quien la descubrió y le ofreció su primer papel en el cine en la película En defensa propia en 1917. Sara tenía entonces solo 20 años y estaba emocionada ante las posibilidades que su nueva carrera le ofrecía.

A pesar de su éxito, Sara enfrentó muchos desafíos en su vida personal. En su juventud, conoció al actor Fernando Ibáñez, con quien se casó. La pareja viajó por diferentes países, pero la vida de giras resultó ser complicada. Tras el nacimiento de su hija, Fernanda Mercedes, Sara notó que su esposo se involucraba en amoríos con otras mujeres, lo que llevó al fin de su matrimonio. Aunque la separación fue dolorosa, su exsuegra le brindó apoyo, y Sara se dedicó a cuidar de su hija. Años después, incluso ayudó a Fernando cuando él regresó enfermo de una gira, pagándole sus gastos médicos y manteniéndose cerca hasta su fallecimiento en 1932.

La vida le tenía preparado otro golpe. En 1940, Sara perdió a su hija Fernanda, quien había fallecido de forma repentina tras contraer una grave enfermedad. La pérdida de su única hija fue un golpe desgarrador, y aunque le recomendaron tomar clases de conducción como una forma de terapia, el dolor no desapareció. Sin embargo, Sara encontró la manera de canalizar su tristeza en su trabajo y continuó construyendo una carrera que la consolidó como un ícono del cine mexicano.

Sara García era conocida por su compromiso y dedicación en cada personaje que interpretaba. Llegó a quitarse sus dientes para dar mayor realismo a los papeles de anciana que interpretaba, un acto que muestra su profesionalismo y su deseo de perfección. Su imagen, que personificaba a la abuela cariñosa y sabia, fue emblemática en la industria y se consolidó como un símbolo de ternura y cariño. Uno de sus papeles más recordados fue en la película Los Tres García, donde trabajó junto a Pedro Infante, quien la veía casi como una figura materna.

Además de su éxito en el cine, Sara brilló en la televisión, donde actuó en numerosas telenovelas, siendo una de las más recordadas Mundo de juguete. Su imagen también fue utilizada para la promoción de productos comerciales, siendo recordada por su rostro dulce que durante años fue la imagen de una famosa marca de chocolate. La trayectoria de Sara fue extensa y polifacética, y trabajó hasta el último día de su vida, dejando un legado único en el cine, el teatro y la televisión.

Sara García, la eterna abuelita del cine mexicano, falleció el 21 de noviembre de 1980 a los 85 años. Su recuerdo perdura en la memoria colectiva de México como una de las figuras más queridas y representativas de la Época de Oro del cine. Con su dulzura, carácter fuerte y habilidades interpretativas, Sara García no solo nos dejó un vasto catálogo de películas y programas de televisión, sino que también se convirtió en un ícono de la cultura popular, inmortalizada en el corazón de generaciones enteras que crecieron viendo sus actuaciones.

Hasta aquí esta historia, amigos.